Que siempre esté en nuestros labios la alabanza para el Salvador de nuestras vidas, acompañado con la lectura de su palabra, el ayuno, la oración, una sana doctrina, sometimiento, humildad, santificarse día a día, hacer su voluntad, y tener amor, que sin amor nada somos, su palabra no cambia su poder no cambia por lo tanto nosotros no cambiamos