Imágenes: Free People
Letra y voz: Cori Garcia Alegria
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Según la teoría del Big Bang, el 93% de tu cuerpo, está hecho de polvo de estrellas.
Eso me llevó a pensar, ¿cuántas cosas o cuántas personas estarán hechas de las mismas estrellas que yo? ¿Y dónde están?
Hay cosas que la ciencia, todavía no puede explicar. Aunque si la energía ni se crea ni se destruye, únicamente se transforma… quizás todas esas cosas aún por resolver, tengan algún tipo de respuesta cósmica.
Porque… ¿Y si el hilo rojo, el destino, el karma, Dios, Buda, o lo que sea que haya ahí arriba, ¿hablen de lo mismo?
Y así fue como llegué a la conclusión que hasta los opuestos, más opuestos. Están íntimamente unidos; aunque al principio no lo parezca.
En Madrid viven más de 3 millones de personas. Con sus vidas, sus trabajos, sus razones de ser y sus rutinas.
Y de todas esas personas, yo fui a coincidir con él.
No sé si te ha pasado alguna vez, que conoces a alguien y parece que ya le conozcas de antes. Aunque sabes que es la primera vez que ves a esa persona.
De la nada empiezas a darte cuenta que tienes cosas en común, que van más allá de una canción. Que parece que haya vivido tu vida, solo que en la piel de otra persona que no eres tú. Y te ves en sus ojos reflejado, porque te reconoces.
Que dos personas se encuentren puede ser casualidad o destino. Pero que coincidan, que se tengan las mismas ganas, se prioricen a la misma altura, que no amen historias pasadas y que quieran la misma magia… Eso, es un milagro.
Pero él acaba de decirle adiós a alguien, como yo lo hice no hace mucho.
Está en ese parque de atracciones emocional, en el que tienes un dia bueno, otro malo, quieres olvidar pero no sabes como, quieres regresar pero no sabes si es lo mejor…
Lo entiendo tanto, demasiado.
Pero de todas las posibilidades que él y yo podíamos tener, no me apetecía ser un betadine puntual en ese va y ven de emociones.
Corazón, cabeza.
¿Me voy? ¿Me quedo?
¿Me compensa?
¿Es lo que quiero?
¿Para qué?
Para qué apareció entonces. ¿Qué sentido tiene?
Y entonces, recordé que cuando piso un aeropuerto, me gusta pensar donde va la gente.
Quien les espera al otro lado.
Porque los viajes son como las personas. Nunca sabes que dirección acabaran tomando, vas un poco sobre la marcha.
A veces, sabiendo lo que encontrarás, y otras no.
Sin embargo, odio regresar de los viajes, volver a casa. Deshacer la maleta.
Casi tanto, como decir adiós.
Porque no me gusta deshacerme de las cosas que me gustan.
Aunque quizás, él sea como un viaje; solo que todavía no sé si tengo que volver a casa.
Es posible que haya un hilo rojo y que en el mío se haya entretenido a jugar un gato. Que será un misterio por resolver que la ciencia no me podrá contestar, saber quién está hecho de mi mismo polvo de estrellas.
Y que hay millones de cosas ocurriendo a al vez, que aunque parezca imposible tengan algo que ver.
Como estar escribiendo esto, y que de repente, me escriba el chico de Madrid.
Solo tengo una certeza.
Los ojos que brillan, no mienten.
Y a él, le brillaban.
Como cuando le dije:
En qué mal momento nos hemos conocido, ¡joder!
Y me respondió: ¡Ya! Pero ahora que nos hemos conocido, no nos podemos desconocer.
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