El Nacimiento de Jesús contado por Místicos y Videntes [¡maravillosas visiones!]

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El nacimiento de Jesús, o sea la encarnación de Dios en un ser humano, fue un momento tan extraordinario, que puede compararsele, en rango de importancia, a la misma creación del mundo
Varios místicos y videntes han tenido visiones del momento del nacimiento de Jesús.
Y concuerdan con los padres de la Iglesia, que enseñan que el nacimiento fue milagroso
En este video te voy a contar lo que dicen los místicos sobre cómo se produjo concretamente el nacimiento y las repercusiones inmediatas que tuvo en el mundo.

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De acuerdo a las revelaciones podemos interpretar que el niño Jesús ocupaba el vientre de María, pero que su embarazo no era una pesada carga física.
Ella no tuvo contracciones o dolores de parto ni tampoco se mostró agotada o cansada.
El mecanismo del nacimiento está más allá de nuestra comprensión, pero los videntes declaran que bajó una luz y se produjo instantáneamente el nacimiento.
Y Jesucristo salió de tal manera que no hizo daño a su integridad virginal.
Y luego del nacimiento no hubo consecuencias desagradables. No se menciona sangre, no hubo placenta ni otras impurezas, sino que fue totalmente limpio y puro.
El niño que nació era verdaderamente de la raza humana porque tenía frío, se estremecía, quería el contacto con su madre.
Y los videntes mencionan que María y José reconocían desde el principio al niño como el verdadero Dios y lo adoraban.
Estas revelaciones confirman lo que Santos, Papas y teólogos han afirmado.

Según una de ellas Ana Catalina Emmerich, María había dicho a San José que esa medianoche sería el nacimiento del niño.
Ya que en ese momento se cumplirían los nueve meses desde la Anunciación.
Y le pidió hacer todo lo que fuera posible de su parte para mostrar tanto honor como pudieran al Niño concebido sobrenaturalmente.

Las místicas dicen que en el momento antes del nacimiento, María estaba de rodillas, con los ojos levantados al cielo y con las manos juntas sobre el pecho.
Su semblante emitía rayos de luz, como el sol incandescente y brillaba con indescriptible grandeza.
Estaba inflamada por el amor de Dios, y su cuerpo se hizo tan espiritualizado, que ya no parecía a una criatura humana y terrenal.
La Emmerich menciona que a medida que pasaban los minutos el resplandor en torno a Marían era cada vez mayor.
Y la luz de las lámparas encendidas por José ya no era visible.

Y hacia la medianoche, un canal de luz brillante bajó del cielo y terminó en la Virgen.
Fue un movimiento extraordinario de la gloria celeste que tuvo el acompañamiento de coros de ángeles.
Y luego, en un abrir y cerrar de ojos, el niño Dios nació, glorioso y transfigurado como en el Monte Tabor.
Y Allí el niño Dios yacía desnudo, completamente limpio y puro.
E irradiaba una luz tan maravillosa con la cual el sol no podría compararse.
Además se podía escuchar suavemente a los ángeles , cantando cánticos de una dulzura maravillosa.
Las místicas coinciden en que José no estuvo presente junto a María cuando ella dio a luz.

Y cuando María se dio cuenta que había dado a luz a su hijo comprobó que no había tenido ningún tipo de dolor o daño, e inmediatamente bajó la cabeza.
Y el divino Niño suspendió los efectos de su transfiguración.
Ahora se movía, y se estremecía por el frío extendiendo sus bracitos gritando.
María lo estrechó contra su corazón y con gran alegría le calentó la mejilla, mientras que miles de ángeles arrodillados adoraban a su Creador encarnado.
Luego le colocó una manta sobre Su cuerpo y lo adoró con el mayor respeto y reverencia diciendo: “¡Bienvenido, mi Dios y mi Señor, y mi hijo!”

San José después le entregó la ropa de cama y Ella lo envolvió con cuidado en pañales. Y lo colocaron suavemente en el pesebre.
Y sorprendentemente un buey de los campos vecinos entró en la cueva junto con un asno.
Se aproximaron a la cuna, se arrodillaron ante él, y soplaron para calentar al bebé.
María y José quedaron tan afectados por este acto que no pudieron contener sus lágrimas.
Durante mucho tiempo María y José permanecieron de rodillas al lado de la cuna, adorando al Niño Jesús y dando gracias a Dios.

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