Mesodermo del cerebelo” y “ectodermo del neoencéfalo”
Siempre he encontrado dificultades cuando, como en este capítulo, he tenido que ir más allá de los conocimientos de los embriólogos. Para estos últimos ciertas cuestiones no parece que tengan una importancia particular, y entonces no se han ocupado de ellas específicamente. La piel es de origen ectodérmico, pero naturalmente solo la epidermis, entendiendo sin el hipodermo corio, porque este es de origen mesodérmico. Existen aquí sutiles diferencias en los llamados estratos cutáneos. Existe por lo tanto un estrato cutáneo inferior (corion) de origen mesodérmico, que contiene las glándulas (sudoríparas, sebáceas) y los melanóforos. Después está la epidermis más externa de epitelio pavimentoso que es de origen ectodérmico; esta contiene las terminaciones nerviosas táctiles de sensibilidad superficial y desde el lado inferior también un estrato de melanóforos. La diferencia sutil es aquella por la que las primeras células están invervadas del cerebro, y las otras del neoencéfalo. Eso a su vez no determina solamente su función, sino también su constitución histológica, obviamente también su diferente “reacción” o formación tumoral.
El mesodermo del cerebelo
En el tiempo de nuestra evolución, cuando nuestros pueblos primitivos “antepasados” comenzaron a dejar el ambiente del agua por el de la tierra, el tiempo en el que el cerebro se estaba constituyendo, el individuo necesitó una piel que no sólo le diese estabilidad, sino también que lo protegiese de la radiación solar excesiva impidiendo la desecación. Llamaré a este órgano piel mesodérmica del cerebelo. Esta piel del cerebelo no debía soportar ningún gran esfuerzo mecánico. El individuo podía moverse ya hacia delante reptando a la manera de un gusano. La piel tenía una sensibilidad no específica, “protopática”, es decir, sentía temperaturas y presiones extremas, era ya, por lo tanto, capaz de adaptarse y de reaccionar si las condiciones ambientales se modificaban de manera excesiva.
Esta piel ha englobado a los melanóforos, que son su pigmentación podían proteger, en especial de la luz ultravioleta del sol, además tenía la posibilidad, a través de las glándulas sudoríparas, de extender una película de líquido sobre sí misma, produciendo así un enfriamiento por evaporación evitando quemaduras. El individuo, por lo tanto, ya estaba bastante protegido del peligro que amenazaba su esfera vital. La función de la lactancia de los mamíferos se desarrolló después de la formación de esta piel del cerebelo, cuyo centro de relé se encuentra en el cerebelo medio posterior y lateral (en caso de conflicto tenemos un conflicto de herida de la incolumidad, en sentido figurado un conflicto de suciedad).
Lógicamente también la mama pertenece al ámbito dérmico. Como consecuencia la glándula mamaria es una invaginación de esta piel mesodérmica, de la que el lactante puede chupar leche. En el cerebelo todos estos relés están ordenados. El epitelio glandular originario de los conductos lactantes evidentemente no entra en el tipo de glándula del tracto intestinal, ni morfológicamente está cerca de estas más que el epitelio pavimentoso del estrato cutáneo externo. Los dos son muy diferentes, porque también su punto de origen en el cerebro es muy diferente.
La definición mejor para el epitelio glandular de los conductos lacteos y de las glándulas sudoríparas y sebáceas sería por lo tanto “tejido glandular del cerebelo”. A la piel del cerebelo pertenecía también la “piel interna” del cuerpo, en el vientre el peritoneo, en el pecho la pleura y en la cavidad mediastínica el pericardio. Aquí nuevamente distinguimos el peritoneo parietal y el visceral, así como la pleura parietal y la pleura visceral, y el pericardio parietal y el visceral. Los tumores relativos se llaman por lo tanto mesoteliomas. Si se forma un tumor en la dermis directa del cerebelo, ese crecimiento resulta visible.
Y esta piel del cerebelo es responsable también del edema, en este caso de los denominados transvases de la fase de reparación, del derrameo peritoneal o ascitis, del derrame de la pleura y del tan temido transvase pericárdico con taponamiento pericárdico, que en principio es una complicación de la fase de reparación que temo mucho.
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