EL RINCÓN DEL LLOVEDOR, UN PEDAZO DE PARAÍSO EN EL MAESTRAZGO TUROLENSE (4K)

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El Llovedor es un remanso de paz y de silencio, un bello paisaje que describe a la perfección el escrito de mi hermano José María y que me sirvió de inspiración para la realización de este documental, y que reproduzco más abajo.
Lo he realizado en 4k (4096x2160) para darle una mayor calidad y definición, así que si lo ves en pantalla grande le sacarás más partido.
Los vuelos del dron son anteriores a que se declarara a Castellote como zona ZEPA, y por tanto legales.
Espero que las imágenes os evoquen la paz y tranquilidad que inspira el Rincón del Llovedor. Si un día vienes a Castellote, no te olvides de visitarlo.

ESCRITO DE JOSÉ Mª MARTÍNEZ

EL LLOVEDOR
Una eternidad te rastrea entre las calizas rojizas. El silencio se guarece en el Salto de las Palomas cuando quiere reposar. Los sonidos de agua, desprendiéndose del vientre de la madre roca, apasionan los pensamientos y el aire fresco, que susurra el ventanico de la ermita, blandea el cuerpo del viajero y cofrade.
Paraje bravío, espiritual, sagrado. Fortín de cárcavas, roquedos y tierra tapizada de tomillo, olivos, aliagas, romeros, cipreses. Te apresa la noche en un firmamento de millones de estrellas con su luna de mayo liberándote cuando el sol escala La Atalaya. Aromatizas paz, dulce fruta, tierra mojada, inspirando regocijo, bienestar, pasión, rezo y charrada. Llovedor de hombres y mujeres, de los que se fueron, están y vendrán. Protector de chovas piquirrojas, buitres leonados y cabra montés. Tu ermita lanza su campanico hacia el azul para que sea rememorado por aquellos y aquellas que se sentaron a tu alrededor. Rincón mágico, libre de amarres, lugar de confluencia, confidencialidades. Paso y meta de muchas promesas sumadas en comprometidas novenas. Tus descomunales paredones atesoran silencio salvo cuando amparas a los romeros entre cánticos, rezos y amor por Nuestra Patrona, La Virgen del Agua.
Desde que te descubrí, siempre ha germinado el agua entre roca de musgo. Agua es esperanza, empuje para nacer, creer y crecer. Agua de vida que marca nuestra presencia, que estamos vivos siguiendo la trocha.
Cada vez que nos reencontramos, lo primero que hago es acercarme a la gran pared para sentir en mi semblante las salpicaduras de las gotas de agua. Entonces, medito que todo está en orden, como si El Llovedor, con los sonidos que provocan los cristales al atizar el suelo, marcase el ritmo de las horas de un reloj. Las manecillas son lágrimas infinitas, puras, delicadas que marcan el nunca acabar de un espacio y tiempo sereno, imperturbable e intimista.
Los pequeños abancalamientos de olivos centenarios erigen, desde su peana de tierra y tapiales, la enrocada ermita como si abrazara esa tierra sagrada que quiere zafarse entre diferentes portillos hacia el camino de vuelta.
Este entorno natural puede disfrutarse desde diferentes encuadres y cada posición produce sentimientos y sensaciones diferentes: visto desde el túnel asombra su magnitud, la fuerza de sus muros rocosos enredados entre anticlinales. En cambio, desde arriba, desde el camino que penetra hacia el acueducto de Las Lomas percibo el rincón más recóndito, profundo, rebosante de vegetación. Cuando vas subiendo hacia él, a pie, de forma silenciosa, solitaria, descubres aquellas pinceladas que se esfuman a lo lejos.
Llovedor tú sigues ahí, otros no. Rememora a los que nos dejaron porque ellos siempre te amaron. Te quisieron por tu naturalidad, tu belleza y tu espiritualidad. Tu magnetismo sugiere que retornemos hacia ti todos los años, años que hemos ido creciendo a tu abrigo iniciando romerías de la mano de un padre para proseguir ahora sin ella. Preservas esas peregrinaciones llenas de devoción, cánticos amasados de oración, custodiando entre tus paredes escarpadas el llamamiento al entendimiento, las jotas y amistad de cuadrillas. Eres faro, lugar de reencuentro, de veneración. ¡Cómo no vas a ser importante en nuestras vidas, Llovedor! José María Martínez Martí

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