7-2-2017 - La celebración del 50 aniversario de sacerdocio del cardenal arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, y la presentación de su libro, Memoria y gratitud, de Sal Terrae, reunieron ayer en la Sala Borja a más de 400 vallisoletanos con el deseo de compartir con él tanto vivido como sacerdote, como profesor, como arzobispo, como presidente de la Conferencia Episcopal y como cardenal. “En Valladolid estoy como en casa”, decía, y así fue la respuesta a su convocatoria: numerosa. Guiaba el encuentro José María Rodríguez Olaizola sj . Ambos, en el escenario, mantuvieron un diálogo cordial en torno a la figura personal del protagonista, su reflexión de la iglesia post-Vaticano II y el análisis de la iglesia hoy. Todo un testimonio de 50 años de vida del sacerdote que ha tenido la oportunidad de ejercer su ministerio en diversos momentos históricos, distintos lugares y desde varias responsabilidades. Memoria y gratitud compartida.
La conversación, fluida y sincera, abarcó temas muy diversos, algunos controvertidos como el de los abusos sexuales a menores y su intervención en el caso de los Legionarios de Cristo. “Siempre es necesario pedir perdón a las víctimas, hay que colaborar con la justicia y hay que acompañar al sacerdote”, contestó. El cardenal respondió a las numerosas preguntas planteadas por el jesuita que comenzó interrogando por la vocación personal del propio Blázquez, “¿por qué se hizo sacerdote?” y terminó sondeando por la vocación sacerdotal y del laico hoy: ¿qué valora más y que le preocupa más de los sacerdotes de hoy? ¿Cómo ve la presencia del laico en la iglesia?”. A ambas les une el anuncio del evangelio, “anunciar sin insultar”, que busca la armonía con la misericordia, lo pequeño y lo vital: “El evangelio es anuncio de la Buena Noticia; es renuncia de aquello que puede desviar su cumplimiento y es denuncia de quienes lo entorpecen”.
Desde la percepción de sí mismo hasta su visión de quienes han dirigido y dirigen la iglesia universal, Blázquez se mostró como se define, “sosegado” y disimuló su tendencia a “ser reservado” y sus dificultades para “entrar en comunicación”, como así se definió. De sí mismo habló de lo mucho que le ha gustado el estudio y la interioridad y reconoció que nunca se habría hecho periodista y, en cambio, descubrió su otra vocación, la de maestro. El próximo 18 de febrero, sábado, se cumple exactamente ese aniversario que celebrará en la catedral con una eucaristía. Mantiene muy viva su esperanza y con la memoria recogida en su libro sobre cuestiones eclesiales importantes, sí confió al público que no le gustaría recorrer de nuevo el camino.
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