La Casona Montañesa - El Mito de la Montaña - Cantabria en 4K

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Las casonas montañesas son una seña de identidad de la arquitectura tradicional de Cantabria, aunque también se encuentran en zonas de Asturias y el norte de Castilla y León, ya que pertenecieron históricamente al territorio de La Montaña, que en el siglo XIII era más amplio del que hoy corresponde a Cantabria y los montañeses sus habitantes.
En el siglo XVI, ya existían otros edificios montañeses, que destacaban por su componente militar en forma de torre. Posteriormente, las familias hidalgas dotaron a estas torres fortificadas defensivas con la funcionalidad de vivienda, influyendo notoriamente en la arquitectura montañesa y siendo el preludio de la futura casona montañesa.
Las casonas aparecieron durante los siglos XVII y XVIII, y durante el Barroco, a mediados del XVIII, alcanzaron el mayor esplendor de estilo, construyéndose la mayoría de los palacios y casonas. La casona montañesa era la arquitectura de la nobleza, hecha por arquitectos de gran nombre, a diferencia de la casa montañesa que se trataría de una arquitectura anónima surgida del pueblo que parte del carácter cántabro y la cultura popular.
La casona forma parte del mito de «La Montaña» en Cantabria, al aparecer una nobleza viajera, que se desprende de su origen militar y se integra en las nuevas actividades económicas. En ella se inscriben los factores arquitectónicos y funcionales de las diversas comarcas de Cantabria, junto a elementos decorativos de las corrientes arquitectónicas predominantes de cada época.
El número de casonas del siglo XVI que aún persisten es muy escaso. Y de este periodo destacan su componente militar original, como la escasez de vanos y el remate en las esquinas con cubos macizos, con carácter estructural defensivo y también estético. Por lo general, son de ancho fondo y moderado desarrollo en el sentido de la fachada principal.
En siglos posteriores se edificarían gran número de estas casonas de planta rectangular, con la fachada principal ya en el lado mayor, el más distinguido, compuesto de sillares y presidido por grandes escudos de armas labrados en piedra arenisca que reflejaban el estamento y linaje de su propietario, encontrándose a medio camino entre los palacios y la casa tradicional montañesa.
Los hastiales, a saliente y poniente, suelen prolongarse en piedra de sillería hasta sobresalir como machones sobre la fachada sur. Entre ellos se cobija en la planta baja un soportal con arquerías y en la primera planta la solana. Se agregan ventanas de antepecho con platabandas y cubierta a dos o cuatro aguas, según su volumen, existiendo a veces también capilla y otras dependencias anejas. Todo el conjunto se rodeaba de altas tapias de mampuesto y cal con una monumental portalada, que daba acceso a la corralada, a veces decorada con otro escudo en su tímpano.
En el siglo XVII se generalizaría la solana, un gran balcón que recorre toda la fachada noble del edificio con balaustre de madera torneada, a veces con cuidadoso trabajo de talla. Según las comarcas, estas podían estar resguardadas por un amplio alero sostenido por canecillos tallados en roble.
En los núcleos urbanos la tipología podía diferir según el espacio disponible, pero siempre se respetaba la planta ortogonal. Las casonas en ámbitos urbanos, a diferencia del rural, suelen ser edificios entre medianeras, siendo la fachada principal uno de los lados menores, acentuándose la desproporción con el fondo.
Aunque el patrón es similar, existen diferencias según las comarcas.
En los valles Pasiegos la tendencia a solanas sin muros cortafuegos es muy característica. En Trasmiera, aunque existen muchas casonas con solana, el modelo tradicional suele carecer de ella, siendo la fachada principal de sillería con ventanas y soportal con dos arcos campanales al exterior. La casona campurriana de Campoo-Los Valles tiende a cerrar vanos a consecuencia de la rigurosidad del clima de esta zona, prescindiendo frecuentemente de la solana. Las casonas del Asón-Agüera tienen planta cuadrada con dos o tres pisos y tejado a cuatro aguas, siendo característicos los balconajes corridos exentos. Las casonas lebaniegas tienen mayor abundancia de madera, con muros de zarzos, ladrillos e incluso adobes. La comarca de Saja-Nansa, tiene un gran patrimonio civil de casonas y palacios de estilo montañés.
Aunque en las casonas predominaba el carácter residencial, a veces funcionaban como centros aislados de explotación agraria, siendo equiparables a las otras construcciones de España, como los caseríos en el País Vasco y Navarra, las masías en Cataluña y Valencia, o los cortijos en Andalucía.

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