XII Jornadas Ciencia y Cristianismo - Dimensión antropológica - María del Carmen Molina Cobos

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María del Carmen Molina Cobos / Dimensión antropológica
Doctora en Ciencias Biológicas y Catedrática de Fisiología Vegetal dentro del Departamento de Biología, Geología, Física y Química Inorgánica (ESCET-URJC). Sus líneas de investigación se han centrado en la fisiología, las relaciones filogenéticas y los modelos evolutivos de líquenes. Mas recientemente, en microbiología aplicada y ecológica, especialmente en las interacciones suelo-planta-microbiota y sus implicaciones en la adaptación a estrés por contaminación. También trabaja en el aislamiento e identificación molecular de microorganismos de interés en biorremediación. Tiene unos 80 trabajos publicados la mayoría en revistas con índice de impacto y numerosos TFG y TFM. Está especialmente interesada en las respuestas del Magisterio de la Iglesia al Cambio Global, en la teología de la Ciencia y las relaciones entre ciencia y cultura. Pertenece al Grupo de investigación de alto rendimiento del Instituto de Investigación en Cambio Global (IICG-URJC) y al Grupo de Innovación Docente Reconocido en Metodologías Activas para el fomento del aprendizaje significativo en el ámbito de la Biología de la Universidad Rey Juan Carlos Grupo docente.
Tratará el tema de Dios y la Ciencia desde un punto de vista antropológico bajo el título Historia de una larga Evolución: Tiempo de De-volución

El acceso al conocimiento de Dios mediante la razón, es decir, sin la ayuda de la revelación, es un tema clásico de la teología cristiana. Por otro lado, la ciencia en cuanto a prolongación del conocimiento ordinario, también puede aportar o sugerir acerca de la idea de Dios.
En las últimas décadas, algunos notables avances científicos parecen apuntar a la existencia de una inteligencia creadora que muchos pueden identificar con Dios. Paradójicamente, estos descubrimientos ponen contra las cuerdas algunas cosmovisiones materialistas, especialmente a aquellas que pretenden basarse en el conocimiento científico.
La ciencia es una forma de conocimiento que se define por su método. Por lo tanto, no puede hacer afirmaciones sobre posibles realidades que están fuera del alcance del método científico. Entre esos conceptos ocupa un lugar central la idea de Dios, cuya existencia no puede demostrarse ni refutarse desde la ciencia. Cualquier afirmación que haga un científico sobre la existencia o inexistencia de Dios debe entenderse como su interpretación filosófica, no como parte del conocimiento científico. El saber de la ciencia tiene siempre un carácter provisional. Por tanto, cualquier afirmación sobre la idea de Dios se debe hacer desde la cautela, especialmente cuando la idea de Dios se presenta como evidente a partir de la ciencia.
Georges Lemaître, sacerdote católico, afirmaba que el descubrimiento de un tiempo inicial no debía considerarse la prueba científica de la creación, porque las esferas científica y religiosa no deben mezclarse. Es indudable que los avances de la ciencia en los últimos 100 años proporcionan fuertes indicios de la existencia de un Creador sabio e inteligente. Además de la gran explosión inicial, podemos destacar la prodigiosa complejidad molecular de la vida, la enigmática indeterminación cuántica y el ajuste fino de muchas constantes de la naturaleza que, si hubieran adoptado valores ligeramente distintos, no habrían permitido la aparición de seres inteligentes en el universo.
Si lo invisible de Dios desde la creación del mundo se deja ver a la inteligencia a través de sus obras (Rm 1, 20), podemos añadir que ante el espectacular panorama de la ciencia y la tecnología modernas, hoy numerosos testimonios de científicos afirman haber llegado a la creencia en Dios interpelados por las maravillas que nos descubre la ciencia actual. En ese sentido, podemos afirmar que, gracias a la ciencia, la vía natural de acceso a Dios es hoy más transitable que en el pasado. Pero sigue siendo un camino que no se recorre de forma imperiosa, como una necesidad lógica ineludible.
Esta leve penumbra del conocimiento tiene mucho que ver con la libertad que Dios ha permitido y querido para el ser humano. Dios podría haber creado el mundo de modo que nuestro acceso a Él hubiese sido el resultado necesario de una evidencia total. Pero ha querido que ese acercamiento sea, no solo un ejercicio de la razón, sino también un acto realizado en libertad.

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