No se conoce con certeza el origen de los naipes.
La teoría señala que nacieron a imitación de los dardos adivinatorios que utilizaban los profesionales de algunos pueblos orientales particularmente chinos y coreanos.
Se trataba de flechas con símbolos y señales que se disparaban y de cuya distribución en el blanco, así infería en el porvenir.
Las cartas serían una sofisticación de estos dardos, primero en forma de tablillas y más tarde sobre papeles en forma de cintas.
Esta es la tesis del experto en la historia de juego, Robert Stewart Culin, aunque otros autores ven más probable que las primeras cartas no fueran otra cosa que el papel moneda inventado durante la dinastía Tang en el siglo VIII, en el que se representaba a emperadores, gobernantes y otras jerarquías con distintos valores.
Lo cierto es que las primeras cartas eran objeto para la adivinación o de profecía y no propiamente de juego.
Su rastro se pierde hasta la llegada a Europa de la mano de las invasiones islámicas, son los sarracenos que las incorporan a Italia en el siglo X.
Desde ese momento el éxito de los naipes fue notabilísimo, hay quiénes se alzaron para combatirlo, bajo la acusación de ser un invento del diablo.
La primera mención directa en Europa es un manuscrito de un franciscano belga, que mostraba su escándalo al haber sorprendido a dos hermanos legos jugando con una baraja a la sombra de “San Salvador”, lo que sin duda aumentaba la herejía de esta acción.
San Bernardino de Siena, anatemizó las cartas en un encendido sermón pronunciado en 1423.
Esas primeras cartas eran para uso de Tarot, cuyo más antigua fabricación conocida de forma fidedigna datan del siglo XIV, en Lombardía y cuenta con cuatro palos tradicionales, oros, copas, espadas y bastos, aunque las copas se denominaba “calices”, sin embargo los palos y las representaciones o dibujos tuvieron gran variedad según las latitudes, así como el número de naipes.
Las primeras barajas alcanzaron las 97 cartas, la reducción a 52, pudo deberse no tanto a simplificar el juego, cómo a lograr una economía de costes en tiempos en que no existía la imprenta y era menester pintar las cartas a mano, una a una.
Durante largos años los dibujos se correspondieron con personajes célebres y cada época y país tuvo los suyos.
En origen y con bastante perdurabilidad el rey de corazones era Carlomagno, el de picas o espada era el rey David, Julio César se representaba por el rey de diamantes y Alejandro Magno correspondía la figura del rey de basto o tréboles.
La iconografía de las reinas seguía este modelo; Helena de Troya, Judith, Palas Atenea, incluso Isabel I de Inglaterra estaban en los naipes.
Las sota o valets, correspondían a hombres de segunda fila, pero con prestigio y fama, soldados y también malandrines con simpatía entre el pueblo o figuras de leyendas famosas cómo ser Lancelot.
Hay países como en Sudáfrica, que han sustituido las representaciones monárquicas por rangos civiles, tales como el presidente o comandante.
Las condenas morales y las supersticiones que han pesado sobre las cartas superan las de otros juegos, debido a la tradición que consideraba los naipes como libros ilustrados del demonio.
El fundador de la Iglesia Metodista John Wesley, las prohibido sin paliativos.
Sí una carta boca abajo es siempre un enigma por desentrañar, el Tarot pretende nada menos que ser capaz de revelar el futuro inmediato de aquellos que lo consultan.
Con la baraja de Tarot no se juega partidas y si se propone tal cosa, es como si de un sacrilegio se tratase.
Nacidas de un tronco común la baraja francesa y la española se han distribuido por el mundo, con unas claras diferencias en sus dibujos y sus palos Universalmente parecen haber sido admitida con más éxito la francesa, que es la utilizada en América del Norte en las salas de juego y casinos.
Информация по комментариям в разработке