5 tipos de personas o situaciones que devemos evitar en navidad.
1. ¿Dónde lo pasamos?
¿Dónde pasamos la Navidad? ¿Quién se ocupa de invitar? ¿Y de cocinar? ¿Compramos regalos o no? La tradición familiar pesa por sobre todas las cosas e influye en los ánimos de las parejas que tienen que decidir (“léase negociar”) la asistencia perfecta para no dar lugar a reclamos o quejas de parte de las familias de origen. Muchas veces, la obligación de asistir a estos eventos es más importante que el deseo de participar. Incluso, para gente que no cree en la Navidad, la presión social del festejo puede ir en contra de sus propias ganas de quedarse en su casa en lugar de asistir a lugares que no lo entusiasman.
2. Problemas con los hijos por Navidad
Para las parejas que no tienen hijos la decisión suele ser más sencilla: “Para Navidad, vos andá con tu familia, yo con la mía, después nos encontramos”. En cambio, cuando existen hijas o hijos se ponen en juego otras cuestiones que dejan al vínculo de pareja de lado para decidir según parámetros familiares. En este caso la opción suele ser “una fiesta con tu familia y la otra con la mía”. Sin embargo, la participación más activa de los pequeños en la vida familiar conlleva a tomar decisiones según sus afinidades con los parientes cercanos (abuelos, primos, tíos, etc.). Los hijos, a medida que van creciendo quieren tener “voz y voto” en la decisión. Y quieren ser escuchados.
3. Peleas: bienvenidas a la mesa Navideña
Ya reunidos sobrevienen casi en forma inevitable los temas clásicos de toda mesa navideña. Por supuesto que cada temática será juzgada previamente por los demás según quien la desarrolle. No es el tema en cuestión, es la persona que habla. En cada familia se establecen roles. Esos roles son fluctuantes y dependen de cómo ha sido su intervención en el grupo a lo largo del tiempo, más allá de ese momento puntual. Están los que quieren ser el centro de atención, los jodones (algunos medidos y otros más osados), los intelectuales, los que se “mandan la parte”, los solitarios, los indiferentes, los hipocondríacos, los amables, los avaros, los fanáticos, los simpáticos, etc. Las contiendas políticas y futbolísticas entrecruzan desde miradas de acuerdo y desacuerdo hasta violencia de palabra hasta de hecho.
4. Navidades con celos
Una mirada, un gesto, una broma, un charla con algún miembro de la familia o amigas, puede disparar los celos. Así como existen roles que se repiten, la sospecha de que algo ocurre entre personas allegadas ocupa un lugar en la mesa navideña. En algunos casos existen datos fehacientes de que algo pasa o pasó en algún momento, lo cual lleva a estar atentos y con un nivel de suspicacia muy alto. Los likes en fotos y comentarios “sospechosos” en las redes preparan el terreno para el conflicto. Por lo general las reacciones de celos hacen eclosión en ese momento, ante la mirada de todos (a veces potenciadas bajo el efecto del alcohol). Revelar y encender la mecha del conflicto en forma inesperada es una conducta que sirve de válvula de escape a las tensiones familiares (además de posibles conflictos de pareja).
5. Peleas durante las vacaciones
En las vacaciones las rivalidades ocultas salen a la luz o se incrementan. Los divorcios o separaciones controvertidas encuentran en este momento la ocasión de hacer valer el poder de cada uno en una escalada que deja a los hijos en el medio de la contienda: “no te firmo la salida del país de los chicos”, “vos siempre decidís la fecha sin consultarme”, “no hay ajuste de la cuota alimentaria, no hay vacaciones”, “no quiero que mis hijos se vayan de vacaciones con tu familia”. En muchos casos las separaciones de hecho, con divorcio vincular y de bienes, no resuelven las oposiciones de fondo, por el contrario, las exacerba. Las buenas intenciones de solucionar los temas actuales se ven opacadas por las dificultades en la comunicación y la incapacidad para acordar pensando en el bienestar de los hijos. Y aunque exista luego un acuerdo, el desgaste provocado en la contienda tendrá influencia en el mundo subjetivo de los hijos. La dificultad para separar los hechos ocurridos en el pasado con los actuales pone en evidencia que el criterio de realidad es deficiente y no cuenta con los recursos para encarar el problema con más objetividad y cuidado.
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