Me CASTIGÓ por 3 AÑOS por Creer Rumores Sobre Mi que eran FALSOS y Cuando Quiso Volver ya era TARDE

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Tres años de castigo, finalmente concluidos. José llegó en su lujoso todoterreno blanco a buscarme. Al verme, habló con tono sereno: "He oído que aprendiste la lección. Te daré la oportunidad de demostrarlo. Tu hermana Diana es gentil y refinada; aprende de ella. No causes más problemas". Todos esperaban que me quebrara, que rogara por compasión o me aferrara a él como si mi vida dependiera de ello. Pero simplemente incliné la cabeza, bajé la mirada y respondí: "Gracias". José frunció el ceño. "Anna, soy tu prometido. No hay necesidad de ser tan distante".
Le dediqué una leve sonrisa. "No por mucho tiempo". Habían sido tres años de tormento, pero al fin había ganado mi identificación. Ahora solo necesitaba esperar diez días más. Después de eso, estaría lista para dejar este mundo para siempre. Anna y José seguirían caminos separados, y no habría vuelta atrás. Acababa de regresar de las montañas, con la ropa hecha jirones, cuando alguien corrió a avisarme que me dirigiera al campo cercano a la entrada del pueblo.

Al llegar, vi más de diez coches de lujo estacionados, brillando bajo el sol. En la parte delantera, destacaba el elegante todoterreno negro de José. Antes de acercarme demasiado, escuché risas y conversaciones desde el otro lado. Me detuve detrás de un árbol y observé en silencio. Han pasado tres años, pensaban en voz alta. Me pregunto cómo le irá ahora a nuestra antigua joven mimada de 19 años. Si la familia de José no la hubiera acogido, probablemente estaría durmiendo bajo un puente. "Anna era imprudente y consentida", agregó otra voz. "Unas cuantas dificultades le habrán enseñado una lección". Entonces, una voz suave y familiar se unió a la conversación. La reconocí al instante. Era Diana, el amor no correspondido de José antes de su matrimonio. Después de su divorcio, ella había vuelto y prácticamente vivía en la finca de los Hernández. Hacía tres años, durante una discusión, la había herido accidentalmente. José no dudó en enviarme a las montañas como castigo. Antes de irme, me dijo: "Si tres años no te corrigen, serán seis o diez.

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