Messi, argentino para siempre. El detrás de escena del plan para que juegue en la selección

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Esta historia es una precuela. No se hubiera escrito ni una línea de literatura argentina sobre él, ni se hubieran estrenado dos películas en el cine sobre la gesta de Qatar, ni cinco millones de personas hubieran generado la manifestación popular más grande de la historia del país sin la obstinación de su protagonista. Ese chico rosarino del que hablaba todo el mundo del fútbol en Barcelona, pero que en Argentina casi nadie registraba, pese a su persistente deseo. El que rechazaba una y otra vez los galanteos de la selección española, que para ficharlo quería convencerlo hasta con regalos. ¿Qué hubiera pasado si…? Mejor ni imaginarlo.

Un comienzo del camino que desembocó en el final feliz del 29 de junio de 2004, la noche en que Lionel Andrés Messi debutó en la selección argentina Sub 20, puede situarse en el lobby del hotel Princesa Sofía, en Barcelona, en mayo de 2003. Esa tarde, Horacio Gaggioli rosarino también, que trabajaba para el influyente catalán Josep Minguella, primer representante de Messi en aquellas tierras llamó desde el lobby a la habitación de Claudio Vivas, asistente de Marcelo Bielsa en la selección mayor. Ellos andaban por la ciudad para conversar con futbolistas que citarían para dos amistosos ante Japón y Corea del Sur del mes siguiente. Vivas estaba analizando videos de esos jugadores, una tarea metódica que exige concentración, por lo que el llamado lo fastidió. Pero igual bajó. El emisario le entregó una cinta de video VHS, repleta de jugadas del genio desconocido. “Me lo entregó en la mano”, detalla Vivas desde Costa Rica, donde trabaja como coordinador de las selecciones de ese país, “y me contó que eran imágenes de un chico argentino, también de Rosario como yo, que jugaba en Barcelona y se moría por ser llamado por la selección”.

Vivas, desconfiado por naturaleza, subió, incrustó el tape en la videocasetera y puso play. No podía creer lo que estaba viendo: el chico de melenita gambeteaba a los rivales como si fueran postes y rara vez fallaba frente al arco. Al rato, cuando Bielsa volvió al hotel de una caminata, le contó la historia. Lo invitó a sentarse y volvió a poner play. Bielsa vio las primeras jugadas y se molestó. Le dio una palmadita en la pierna a Vivas.

—¡Póngalo en velocidad normal, Claudio!
—Está en velocidad normal, Marcelo.

El video, a pedido de Minguella, lo había editado Jaume Marcet, empleado de Barça TV, el canal oficial del club. “No hice nada especial”, se quita importancia desde la capital catalana, “solo puse allí lo que Leo hacía en cada partido”. Eso que, a 13 mil kilómetros de distancia, otros le habían visto hacer en las categorías infantiles de Newell's, hasta que el 17 de septiembre de 2000 se subió a un avión en Ezeiza para irse a España detrás de su sueño de jugar en Barcelona. Cuando dejó de ser un pibe y se convirtió en chaval.

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