Biografía HOMENAJE a Lisandro MEZA QEPD

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A lo largo de su historia, la música colombiana ha dejado cientos de figuras que marcaron el origen y desarrollo de sus distintas formas folclóricas. Una de las más remarcables es la de Lisandro Meza, uno de los responsables de que la música del Caribe colombiano se hiciera conocida en todo el país y hasta encontrara su camino en los oídos de los extranjeros.

Desde que nació, en el corregimiento de El Piñal, perteneciente al municipio de Los Palmitos (Sucre) el 26 de septiembre de 1937, hijo de Raimundo Meza y Victoria Márquez. El maestro Lisandro Meza recordaba con gran sentimiento aquellos días en los que su mayor preocupación era volar cometas. Realmente creció en un ambiente tranquilo donde reinaban las costumbres del pueblo y los quehaceres del hogar estaban a la orden del día.

De niño ya anhelaba tener acordeón, pero era muy precaria la economía. Así era como a esconidas agarraba el acordeón de un conocido suyo llamado Pedro, el lo guardaba en una maleta y tenía la llave. Así fue que se inventó una ganzúa y abría de la maleta, lo sacaba y empezaba a sacar notas. De allí empieza la historia musical del maestro Lisandro Meza.

El maestro no culminó sus estudios básicos. Él asegura que aprendió lo que tenía que aprender para defenderse. El resto de la vida se lo enseñó.

El punto de quiebre en su vida se produjo cuando el padre de Lisandro organizó una fiesta en la finca a la que invitó a los trabajadores. Entre los asistentes se encontraba un vecino de Los Palmitos, Alfredo Gutiérrez, amigo de Lisandro desde la infancia. Según ha recordado el propio El Monstruo del acordeón, en un momento de la noche casi todos estaban borrachos, Lisandro tomó el acordeón e interpretó La hija de Amaranto, La cumbia cienaguera y El Alto del Rosario, que en ese momento eran ya clásicos del vallenato y la cumbia.

Lisandro Meza, a quien parece entonces tenía 14 años, asegura que esa experiencia nunca se le va a olvidar.

Estaba en la puerta de mi casa cuando veo que llega un Jeep. Cuando veo a un señor alto, el sombrero blanco, y yo dije ese es Durán, y yo lo recuerdo. Yo le dije, usted, el maestro Leo Durán, quien lo dijo, respondió el maestro. No, yo lo conocido usted, que es bien difícil. Desde ese momento empezaron a hablar hasta que la amistad fue creciendo, fue creciendo.

A los 14 años, ya había decidido que sería un gran artista. Por eso, empacó maletas y decidió unirse al grupo de músicos del gran Alejo Durán. Claro que el primer obstáculo que encontró para cumplir su sueño fue su mamá. Finalmente, el maestro Durán fue quien la convenció.

Una anécdota importante es la de que fue el encargado de bautizar a Julio Ernesto Estrada como Fruko, el mismo que hoy es leyenda gracias a sus logros en la agrupación Fruko y sus Tesos. Su carrera empezó hacia 1972.

"Entonces, yo le pregunté al muchacho que guardaba los micrófonos", recuerda Lisandro. "Y yo le dije, tú sabes, tú has visto tocarle en el timbalero de la Billos . Dijo más o menos. Creo que es así.


Julio Ernesto Estrada empezó a tocar el timbal. Cuando le preguntaban a Lisandro quien tocaba el timbal, el decía: Fruko, el chévere que guarda los micrófonos, cuenta Lisandro. Afuera hay una Muñequita de Las Conservas. Igualito, es igualito que está en el estudio. Así fue como le dieron la chapa al genio de salsa: Fruko.

Los presentes quedaron sorprendidos por su demostración de talento, y según Gutiérrez, eso marcó el inicio de una carrera musical. Durante esos primeros años en la música formó parte de la banda acompañante de Alejo Durán, el Rey Negro del Vallenato, que le invitó a sumarse a su grupo durante un tiempo. Curiosamente, en ese caso se sumó tocando la guacharaca.

Paralelamente, Lisandro Meza comenzó a desarrollarse como compositor y hasta conformó su primer grupo en 1957, bautizado como Lisandro Meza y sus Alegres Muchachos. En 1959, con la publicación de su canción El saludo, en Discos Fuentes, alcanzó notoriedad en el panorama musical del vallenato, en un momento donde lo que sucedía con el género se centraba principalmente en Cesar y La Guajira. Luego de algunos éxitos más, y particularmente con su composición La gorra no se me cae en 1963, se convirtió en un nombre a seguir por derecho propio en el vallenato.

Sin embargo, la gran oportunidad de El Macho de América llegó en 1966, cuando se le pidió sustituir al propio Alfredo en Los Corraleros de Majagual. Aunque ya tenía en ese momento una banda propia, la participación de Lisandro en el que es considerado como el “supergrupo” de la música colombiana por excelencia lo convirtió en un nombre conocido a nivel internacional, y de paso le permitió probarse a fondo con ritmos como la cumbia o el porro.

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