Belle and Sebastian Live. Complete show Benicassim 2001

El Festival Internacional de Benicasim saldó ayer una histórica cuenta pendiente. Belle and Sebastian, que han venido huyendo de este y de otros grandes festivales para recluirse en pequeños escenarios e iglesias, accedieron finalmente a las continuas peticiones del FIB, no sin antes imponer sus propias reglas: evitaron actuar en el escenario principal para conseguir el ambiente íntimo que ellos prefieren para sus conciertos. No lo consiguieron del todo, pues sus miles de seguidores tenían anotada esta fecha desde hace años (solo habían tocado una vez en España, en 1997, en Barcelona). La expectación estaba plenamente justificada, no sólo porque se trataba de la única cita europea fuera del Reino Unido este verano, sino también porque los sesenta minutos que regalaron a los espectadores han sido, hasta el momento, los mejores de la presente edición. Poco importó la espera de casi una hora a elevadas temperaturas, ni que se les llegara a caer un micrófono, ni tampoco que a Stuart David se le olvidara alguna partitura, ya que todo esto y más se consiente con tal de mantener la inocencia de uno de los pocos grupos que aborrecen las soeces imposturas de la industria del pop.


Poco importó, porque lo que allí estaba sucediendo tenía la aureola de lo auténtico, de lo irrepetible. Una especie de comunión con una parroquia entregada que coreaba y aplaudía cada una de sus hermosas canciones. A cambio, David se alejó de la imagen de autista y tímido que se ha construido y estuvo especialmente comunicativo, incluso simpático, llegando a reclutar a dos espectadoras para que participaran en su exclusivo coro de catequesis a los sones de «Legal Man».


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