CALAÑAS (MOLINO DEL SEÑOR) - HUELVA

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El principal eje vertebrador fluvial de Huelva es el río Odiel, un fantástico río que atraviesa la provincia de norte a sur. Nace en Marimateos, un paraje situado en las cercanías del municipio onubense de Aracena, en la sierra del mismo nombre, y desemboca en Huelva, creando la ría de la capital y unas amplias marismas.

En el curso de este río nos encontramos con un buen número de antiguos molinos harineros, abandonados, que estas aguas han movido a lo largo de cientos de años.

En este reportaje nos vamos a centrar en uno de estos molinos, el Molino del Señor, también denominado del Santísimo, molino que se encuentra ubicado en el término municipal de Calañas, en el corazón del Andévalo onubense.

Este molino forma parte en la actualidad de la llamada “Ruta de los Molinos del Odiel”, un interesante itinerario de senderismo de unos 11 kilómetros cargados de emoción, belleza y mucha historia. Esta ruta transcurre por el término de Calañas y tiene en uno de sus extremos la pedanía de Sotiel Coronada; en el otro se encuentra el puente del Villar, puente por donde circula la carretera que une los municipios de Calañas y Zalamea la Real.

En la margen derecha del río ya observamos el Molino del Señor. La construcción de este molino es de planta cuadrada, de unos 6 metros de lado y parece posterior a la estructura originaria, revelando reparaciones. Tiene una puerta y carece de huecos o vanos.

A mediados del siglo XVII estaba en funcionamiento y era propiedad en parte de la fábrica de la iglesia del pueblo. El molino tuvo que ser destruido en fecha posterior y reparado a finales del Dieciocho. Fue entonces cuando se reedificó la cúpula, dotándolo de revestimiento de piedras y la chimenea. La última documentación encontrada sobre el molino data del año 1835.

El Molino del Señor, al igual que el resto de los molinos del Odiel, es del tipo denominado “molino de rodezno”. Las aguas entran al molino derivadas desde el río por un dique o azud. La energía del agua es transmitida a unas aspas situadas en torno a un eje que gira con el impulso recibido, moviendo las muelas de roca que molían el trigo.

En este paisaje de silencio y belleza, estamos obligados a dar un pequeño paseo por el río, de gran belleza cromática. En esta gran riqueza de colores predomina el color verde, debido a un cambio químico del estado de oxidación del hierro. Este cambio químico ha permitido también el desarrollo de formas de vidas únicas como las bacterias acidófilas y las algas que pueblan los fondos de sus remansos. Por el contrario, ese hierro en disolución ha ido tiñendo de tonos rojos y anaranjados las rocas y arenas de sus orillas.

El río va escoltado por un espeso bosque que da un precioso contraste de color a la escena. Observamos la abundante vegetación autóctona de pinos, jaras y otras muchas especies entre las que destaca el brezo andevaleño (Erica andevalensis), que sólo crece en terrenos ácidos característicos de la Faja Pirítica Ibérica.


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