Salmo 51 – Tehilim 51
Para pedir perdón, misericordia o piedad a Dios, que borre los pecados y nos lave de la culpa
El Salmo 51, también conocido como el Salmo del Arrepentimiento, es una de las oraciones más profundas y sinceras de la Biblia. Es una súplica llena de humildad, donde el salmista, reconociendo sus errores, clama a Dios: "Ten piedad de mí, oh Dios". Este salmo es un poderoso llamado a la misericordia divina, un ruego por perdón y purificación, y una expresión de la desesperada necesidad de restauración espiritual.
En este video, te invitamos a meditar y orar con el Salmo 51, permitiendo que sus palabras toquen lo más profundo de tu corazón. Este salmo es un reflejo de la naturaleza misericordiosa de Dios, quien está siempre dispuesto a perdonar y restaurar a aquellos que se acercan a Él con un espíritu contrito y humillado. El Salmo 51 nos enseña la importancia de reconocer nuestras faltas y de buscar el perdón de Dios con sinceridad y fe.
«Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a Tu misericordia; conforme a la multitud de Tus piedades borra mis rebeliones»[1].
¿Qué es la piedad? Empleamos palabras que sabemos lo que significan, pero a veces es difícil explicarlo.
Un ejemplo de tener piedad es cuando Dios tiene misericordia y nos perdona, no nos aplica el castigo que nos merecemos. Él nos ama y nos perdona en vez de castigarnos. Como lo lamentamos, nos arrepentimos y le pedimos al Señor que nos perdone y que nos ayude a no hacerlo más, Él nos da otra oportunidad. En cierto sentido, la piedad o misericordia es como dar otra oportunidad. Dios te concede otra oportunidad al no darte el castigo que te mereces. Eso pide David aquí en oración y eso deberíamos orar todos: «Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a Tu misericordia».
De modo que la misericordia tiene que ver con la piedad. En realidad, la misericordia es amor y bondad. Si eres amoroso, tienes mucha bondad.
¿Qué son transgresiones? Pecados. A veces en algunas estancias y haciendas tienen colocados letreros que dicen: «Prohibido el paso». Pasar sin permiso es una transgresión. Quiere decir que uno está donde no le corresponde, que está quebrantando una ley. En el Padrenuestro decimos: «Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores». En otro Evangelio se emplea la palabra pecados[2].
Cierta vez hablaba de esto con el hermano Brown, el que me ayudó a construir aquella iglesia en Arizona. Él se creía incapaz de pecar, pues era partidario de la doctrina de la santidad. Creía que había sido santificado totalmente y que no podía pecar, ya que había recibido el Espíritu Santo. Pensaba que eso lo había vuelto perfecto y que le era imposible cometer pecados.
Afirmaba que tenía lo que llamaba la segunda obra de la gracia que había erradicado toda su naturaleza pecaminosa. La parte mala de su yo se había desintegrado y desde entonces era inmaculado y no podía cometer ningún mal. Le dije: «Pero de vez en cuando, aun trabajando aquí en la construcción, hermano Brown, usted se ha equivocado, ha hecho algunas cosas mal, aunque solo fuera accidentalmente». Él respondió: «Ah, pero eso no es pecado; fueron errores nada más». Yo le dije: «En el Padrenuestro, Jesús dijo: “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”». Insistió: «Una deuda es solo un error; no es un pecado». Yo respondí: «Pero entonces ¿por qué en el otro Evangelio dice “perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben”?»[3] No supo qué responder.
Las transgresiones son pecados, como deudas que se contraen con las personas, cosas malas que se hacen. En cambio, el Señor es muy misericordioso, y si estamos arrepentidos y le pedimos sinceramente que nos perdone y procuramos no volver a hacerlo, nos perdonará.
El Señor se apiada de nosotros como los padres nos apiadamos de nuestros hijos. La justicia es darle a uno su merecido. Si uno se merece un castigo y lo recibe, eso es justicia; se recibe juicio.
David implora misericordia. Merecía ser castigado; hasta merecía morir según la Ley Mosaica. Merecía morir apedreado por robar la mujer de alguien y encima matar al hombre[4]. Sin embargo, él imploró perdón al Señor. En este pasaje, suplica misericordia. El Señor sí lo castigó, pero no lo mató. Eso es misericordia. David se merecía la muerte, pero el Señor lo perdonó porque se arrepintió. Mi madre decía que David había cometido un gran pecado, pero que luego tuvo un gran arrepentimiento, por lo cual recibió gran perdón. Recibió misericordia porque se arrepintió, oró y pidió al Señor que lo perdonara.
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