El talismán templario!

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El mismísimo diablo temia al templario que portaba este enigmático talismán! Todas las culturas, desde la noche de los tiempos, han tenido un objeto protector, al que aferrarse en casos de peligro o para implorar algún deseo. Sabemos que el triskel era el más famoso y divino de los símbolos, portado por los druidas en el pecho, como distintivo de sabiduría y poder absoluto (junto con la hoz, la vara, la virita, el caldero y el muérdago formaban su equipo de trabajo). El Triskel permitía a los druidas entrar en estados alterados de conciencia. El giro de los brazos rematados con esferas era el detonante capaz de lograr el desapego de lo material alcanzando así la trascendencia.Del triskel se pasó al tetraskele, el trébol de cuatro hojas, otro talisman que, procedente de Cornualles y de Irlanda, también adoptaron los celtas de Iberia –conocidos por los griegos y otros pueblos de la Antigüedad como hiperbóreos-. Se corresponde con el “Lauburu” vasco; símbolo relacionado con la buena suerte que vemos representado en yacimientos arqueológicos a cielo abierto, como el de Valcamónica (Lombardía, Italia).Luego se pasó al Pentaklion –o Triskelion-, igualmente utilizado por los celtas, y que los templarios, ya en la Edad Media, lo consideraron como el talisman capaz de elevar las almas de los caballeros fallecidos al Más Allá. Por ello, las ventanas de la capilla de difuntos solía tener forma de pentaklion, que sólo se abría para permitir la salida del alma tras el fallecimiento. Recordemos que el alma pesa 21 gramos y tarda 27 minutos en abandonar el cuerpo.Y de aquí es fácil llegar a la rosa sexifolia, la estrella de seis puntas, inscrita en un círculo solar, cuya longitud de cada pétalo mide lo mismo que el lado del hexágono. Este fue, sin duda, el más sagrado de los talismans templarios, el cual vemos representado en numerosos lugares de la geografía hispana y del resto de Europa relacionados con antiguos enclaves sagrados, tanto celtas como templarios. Era el símbolo protector del lugar y, al mismo tiempo, señal de acogida a los extraños; por ello, los vemos tanto en hórreos asturianos, y esculpidos en estelas discoidales templarias, como talisman protector del difunto allí enterrado.También vemos estas singulares figuras decorando las jambas de entrada de viviendas y ermitas templarias. Como es el caso de la iglesia de San Vicente de Labuerda, en el Sobrarbe oscense, donde aparece una rosa sexifoilia con los pétalos rellenos (señal de materialidad), mirando al exterior del templo, y otra rosa sexifolia con los pétalos vacíos (señal de espiritualidad), en el intradós de la jamba, como invitándonos a entrar. Pero es en el cielo de la bóveda de la iglesia de la encomienda francesa templaria de Montsaunès (Haute-Garonne), donde quedamos asombrados, al contemplar una rosa sexifolia con los pétalos rellenos y otra con los pétalos vacíos, separadas por una cruz paté, como elemento de unión entre contrarios.Nos llama la atención la variedad de rosas sexifolias que decoran, en forma de ventanas con celosías, el mirador de la torre del convento de Mirambel, en el Maestrazgo de Teruel, población que también fue de templarios.

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