ICTUS

El ictus es una urgencia neurológica, considerándose la causa más importante de morbilidad y de discapacidad a largo plazo en Europa. Es además la segunda causa más frecuente de demencia, la causa más frecuente de epilepsia en el anciano, y una causa frecuente de depresión.

Su elevada mortalidad en los primeros 3 meses, la gran cantidad de secuelas que origina (discapacidad y dependencia, crisis comiciales, demencia) y el estrecho margen de tiempo de que se dispone para influir significativamente en la evolución de la enfermedad (aplicación de trombólisis en las primeras 3 horas), han propiciado la adopción de medidas, englobadas en el llamado CÓDIGO ICTUS, y encaminadas mejorar el pronóstico de esta gran carga sociosanitaria.

Las enfermedades cerebrovasculares (ECV) o ictus están causadas por un trastorno circulatorio cerebral que altera transitoria o definitivamente el funcionamiento de una o varias partes del encéfalo. Existen diversos tipos de ictus, pero la clasificación más sencilla y extendida de las ECV es la que hace referencia a su naturaleza, que la divide en dos grandes grupos: isquémica (85% de casos) y hemorrágica (15% de casos).

La isquemia se produce como consecuencia de falta de aporte sanguíneo al encéfalo, mientras que la hemorragia se debe a la extravasación de sangre por la rotura de un vaso sanguíneo intracraneal.



Los factores de riesgo de ictus se dividen habitualmente en no modificables y modificables: Dentro de los no modificables tenemos la edad, el sexo, los antecedentes familiares y la raza.
Así podemos decir que es más frecuente en personas con mayor edad. De hecho, su incidencia aumenta más del doble en cada década a partir de los 55 años. Alrededor del 75% de los ictus se producen en sujetos con más de 65 años.

Respecto al sexo, se ha constatado que los varones tienen mayor riesgo para cualquier tipo de ictus, sobre todo los relacionados con la aterosclerosis, excepto para la hemorragia subaracnoidea que es más frecuente en mujeres.
Además, la historia familiar de ictus se asocia a un mayor riesgo de padecerlo, lo que se ha relacionado con la transmisión de una mayor susceptibilidad genética al ictus o predisposición a presentar los factores de riesgo clásicos y a compartir factores culturales, sociales y ambientales.
En cuanto a la raza, se ha constatado que es más frecuente en los individuos de raza negra.

En los factores de riesgo modificables constatamos la hipertensión arterial, la diabetes, el tabaquismo, la hipercolesterolemia, la ateromatosis carotídea, las cardiopatías, el síndrome de apnea del sueño, el sedentarismo y hábitos dietéticos así como la toma de ciertas drogas y medicamentos. El conocimiento de todos estos factores etiológicos y de los mecanismos involucrados en la producción del ictus es imprescindible para poder establecer un diagnóstico adecuado y poner en marcha medidas eficaces de prevención y tratamiento.