El Abuelo y el Japonés Un japonés en mi tierra

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En una tarde de los últimos días de verano de aquel año, se encontraba el abuelo partiendo unos cocos de castaña que había traído, rodeado por todas las aves del corral, al compás del bullicio de los pericos que jugaban en las ramas del viejo palto. Cuando vio aparecer a Pancho, quedó mirándolo, pues era raro verlo por ahí a esa hora, Pancho solía ir a donde el abuelo pero por las mañanas, por las tardes casi nunca.
Pero lo que más le sorprendió, fue, que no llegaba sólo, detrás de él había un singular personaje, que con tan solo verle dedujo que no era del país y mucho menos del pueblo.
El singular hombre de contextura delgada, caminaba detrás de Pancho mirando a todos lados, asombrado por todo lo que veía, en su rostro dejaba notar una sonrisa de satisfacción, se le veía muy a gusto.
Antes de que llegaran hasta donde se encontraba, el abuelo preocupado murmuró:
–Ahora a quien estará trayendo este cojú... El abuelo murmuró eso porque Pancho algunas veces llevaba amigos que hacía en sus andanzas, con el fin de mostrar los sembríos y los animales del abuelo, pero el patriarca era receloso con sus bienes y algunos amigos de su hijo no eran de su agrado, pero él mostraba educación.
–Hola papi –saludó Pancho colgando su mochila en un clavo del horcón.
–¿Y tú que haces por aquí a esta hora? –contestó el abuelo sin mirar al acompañante que se había quedado parado mirándolos en la entrada del amplio patio.
–Te estoy trayendo a un amigo para que te acompañe en tu soledad por un tiempo.
–¿Y cómo que por un tiempo?
–Es que está buscando trabajo, como usted necesita que alguien lo ayude y aquí siempre hay algo que hacer.
–Trabajo puede haber pero lo que no hay es con que pagarle.
–Eso es lo curioso, me dijo que no necesita dinero, solo quiere experimentar cómo es vivir en la selva. Es un turista independiente.
–Eso sí que está raro, pero de todas maneras se debe recompensarlo con algo.
–Eso se puede arreglar conversando papi.
–¿Y cómo te llamas? Preguntó el abuelo levantando la mirada hacia el susodicho que seguía parado escuchando la conversación.
Inclinándose con fino gesto de saludo y ligera sonrisa respondió.
–Yo me llamo MAKOTO...
–¿Ma qué?
–No, no, Make no!
–MAKOTO
–¡Ah, Makoto!
–Shi, Shi Makoto –respondía el hombre.
– ¿Y cuántos años tienes?
Frunció la ceja como para hacer memoria y responder pausadamente.
–Yo tengo treinta yyy Yon años...
–¿Cómo es eso? –Preguntó el viejo...
#cuentosdelabuelo

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