Las cabras de oro de los Pirineos Orientales

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En el sureste de Francia, coincidiendo con el extremo oriental de los Pirineos, se ha conservado una población antigua de cabras conocida como cabra catalana de la Albera,
El nombre francés de esta raza se presta a cierta confusión ya que en el Principado de Cataluña se utiliza el mismo nombre para referirse a otra población caprina muy diferente, la denominada cabra catalana de Rosell y Vila, con la que no debe de ser confundida.
También se utiliza la denominación “cabra rosellonesa”, ya que los últimos rebaños de esta raza se encuentran en el Rosellón francés.
Los autores franceses que han abordado el estudio de la cabra de la Albera, no se han mostrado especialmente interesados por su origen. Sin embargo, sí que hemos constatado una cierta inclinación a entroncar a esta raza caprina con otras poblaciones caprinas de España.
Lauren Avon (2001), técnico del” Institut de l’Elevage” de Francia, indica que en los Pirineos franceses coexisten dos poblaciones caprinas autóctonas. Una occidental, denominada raza pirenaica, que se extiende desde el océano Atlántico hasta el Aude y otra oriental, sobre el Mediterráneo, a la que denomina raza catalana, que ocupa los Pirineos orientales. A pesar de la precisión y conocimiento del territorio mostrada por este autor le resulta complejo trazar una línea de separación entre ambas poblaciones.

No obstante, nos parecen especialmente interesantes las observaciones realizadas por Martin Quintana, que indica que el territorio antiguo de esta raza ultrapasaba estos límites, desbordando la frontera francesa y la andorrana. Según Quintana, durante la primera mitad del siglo XX, la raza se extendía a lo largo de los Pirineos ocupando las zonas montañosas del triángulo imaginario que definen las localidades de Andorra, Perpiñán y Figueras.
La capa predominante es marrón, caoba, dorada, cobriza o rubia (90 %). Aunque esporádicamente nacen ejemplares totalmente negros o grises (3%) y otros berrendos (7%). Su pelo es corto y brillante. Ambos sexos presentan una cabeza fuerte, de perfil triangular, alargada y proporcionalmente pequeña con cara ancha y hocico puntiagudo y fino. De frente abombada, orejas de tamaño medio y dispuestas horizontalmente con tendencia a caer ligeramente, aproximadamente un 3% de los ejemplares son “muixines” es decir de orejas atrofiadas. Los machos presentan una abundante perilla que puede ser de color marrón oscuro o rubia. Sus ojos son de color marrón o gris, dándole una cierta expresividad mongoloide.
A menudo, algunos animales, de forma aleatoria presentan pequeños pendientes en el cuello independientemente de su sexo.
Su cornamenta es del tipo “aegrus”, naciendo los cuernos paralelos y dirigidos hacia atrás, aunque progresivamente se van abriendo a medida que se desarrollan. En los ejemplares de mayor edad la cornamenta tiene tendencia a girar alrededor de la oreja. Martín Quintana recuerda que en la vertiente española de la sierra de la Albera, estas cabras tenían la cornamenta levantada a diferencia del lado francés en que los cabreros seleccionaban los ejemplares en los que los cuernos rotaban alrededor de las orejas para facilitar su manejo y evitar lesiones del ganado ovino con el que conviven.

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