En el gran edificio de la editorial Ricke Rac reinaba como de costumbre una acelerada actividad. El despacho del director, Monsieur Antoine Le Beuffe, aglutinaba todas las vibraciones del intenso ajetreo. Aquella mañana, entre importantes decisiones sobre argumentos, publicaciones y contratos, llega una carta de Brandy Wills Asociados, que proponen cerrar un importante negocio con la editorial. ¿Venden libros? Se pregunta el Monsieur Le Beuffe. Pero está del todo equivocado: ¡venden ajos! Y, además, van a enviar un millón a la editorial en cajas de 50 kilos.
El director está indignado, ¡a quién se le ocurre semejante disparate! Debe haber un error.
El editor de Ricke Rack, Antoine Le Beuffe, está envuelto en una intriga descabellada y amenazado de muerte: debe llevar a las 10 de la noche a la estación de Montparnasse un maletín de dinero. Si no aparece, acabarán con su vida. El director se sube al tren indicado y busca el vagón número 17. Allí, un hombre de unos 35 años, le está esperando. Es John Brandy Wills, director de Ulises, una empresa de ficciones reales. Al contratar sus servicios, el cliente vive, en sus propias carnes, las aventuras que desarrolla Ulises en una serie de guiones establecidos. Inspirada en la novela de Chesterton, El club de los negocios raros, la empresa Ulises ofrece vivir ficciones.
Le Beuffe se sorprende, él nunca contrató ninguna aventura y no para de recibir ajos. Brandy Wills se excusa, han confundido el nombre por el del director de otra editorial. Igualmente, la capacidad creativa de Willis sorprende a Beuffe y decide contratarle para la editorial Ricke Rack. Escribirá la novela del año: Novela para antropófagos. Willis le propone concretar sus honorarios según el precio de las comidas y bebidas que aparezcan en esta nueva novela. Tiene dos semanas para escribirla.
El escritor John Brandy Wills decide viajar a un lugar tranquilo en el que desarrollar sus ideas literarias para su nueva Novela para antropófagos. Coincide en su vuelo sobre el Atlántico con una inesperada viajera, la señorita Natalia Hull. Esta señorita convence a Wills para que siga su itinerario hasta el norte de Canadá donde, en un amplio valle de escasa vegetación y rodeada de nieve, hay un extraño sanatorio, un “perfecto” lugar para escribir tranquilo. El sanatorio es propiedad del doctor Hull, tío de la señorita Hull.
El señor Kesler les presenta huéspedes. Brandy Wills se siente incómodo, hay algo incoherente en aquel lugar. Mientras tanto, la joven Natalia Hull sigue a una huésped hasta uno de los despachos, quiere advertirle de algo peligroso que va a ocurrir y le recomienda irse de inmediato. La huésped insiste, ¿para que se expone a un peligro que puede evitar?
La situación del escritor John Brandy Wills en aquel aislado sanatorio era muy delicada. Su obsesión por encontrar un lugar tranquilo para poder dedicar tiempo a su novela de aventuras le había llevado a aquel refugio nada era lo que parecía.
Aquella mañana, John corrió a buscar a su amiga Natalia Hull y la pidió que preparara con urgencia las maletas, tenían que dejar aquel lugar cuanto antes. Natalia estaba muy asustada ¿le había ocurrido algo a su tío? Sin embargo, la noticia que le trajo su amigo superó con creces sus peores temores: aquellos amables hombres y mujeres del sanatorio estaban practicando la antropofagia. Cada dos o tres días sortean a quien van a sacrificar para poder alimentarse.
Natalia queda totalmente turbada y ambos huyen hacia la estación de tren, podrían ser las próximas víctimas.
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