Parashat Koraj: Su ojo defectuoso (5782-2022)

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Koraj es el personaje central de nuestra Parashá. Primo de Moshé y Aaron inicia una revuelta popular contra sus primos en busca del sacerdocio y de mayor poder. Fracasa obviamente en su rebelión e intento de “golpe de Estado” y termina muriendo como consecuencia… los sabios sin embargo se preguntan ¿por qué inicia está revuelta? Koraj no era ningún tonto, él sabía que nada bueno iba a salir para él de esta rebelión. Koraj era rico y sabio. Sabía muy bien que cualquier intento de rebelión sería frustrado… entonces ¿por qué lo hace?

El Midrash nos dice que Koraj era sabio (lit. tenía los ojos abiertos) entonces “¿por qué cometió está tontería? Fue su ojo de la mente que lo engañó” (Tanjuma, Koraj #5). ¿Qué significa que su ojo lo engañó? Podríamos decir que quizás la envidia (Aín Rá, lit. mal ojo) lo cegó en busca de más riqueza y más poder (aunque ya era rico y también poderoso). Sin embargo el Midrash continúa diciendo que en realidad tuvo una “visión profética” en la cual importantes personajes de la historia judía descenderían de él. Por un lado pensó que el mérito de ellos (entre los cuales se encontraba Shmuel) lo protegería en su intento de rebelión. Y por otro lado pensó que si sus descendientes tendrían tanta importancia él también debía tener un lugar más predominante. Su propio orgullo lo engañó.

El Maggid de Kozhnitz (Israel Hopstein, 1737-1814) se pregunta al respecto por qué el ser humano tiene dos ojos ¿con uno no hubiera sido suficiente para ver? ¿Por qué dos? Él responde que un ojo fue creado para apreciar la grandeza de D-s y de su creación y el segundo para ver nuestra propia pequeñez humana. Y esta fue la falencia de Koraj. Koraj era sabio por lo cual reconocía y admiraba la grandeza de D-s. Ese ojo le funcionaba bien. Sin embargo su otro ojo, el que debía reconocer las propias limitaciones humanas, nuestras falencias y nuestro pequeño lugar dentro de la inmensidad del cosmos, no le funcionaba correctamente. Koraj no era ciego, era tuerto. El ojo que debía guiarlo en comprender la insignificancia del ser humano no le funcionaba y por eso pensó para sí que debía tener un lugar más predominante en la sociedad y en la historia. Fue la falta de ese ojo, es decir, la falta de humildad, lo que lo hizo iniciar una rebelión tonta sin ninguna posibilidad de éxito. La falta de humildad nos lleva a pensar que siempre merecemos más de lo que tenemos.

Frente al tuerto de Koraj encontramos a Moshé sobre quien nos dice la Torá: “Aunque Moshé tenía ciento veinte años cuando murió, no se habían apagado sus ojos, ni había perdido su vigor.” (Deut. 34:7). El Rav Yehuda Meir Shapiro (1887-1933) comenta al respecto diciendo que que sus ojos nunca se hayan apagado significa que por un lado siempre comprendió la grandeza de D-s pero por el otro que nunca perdió su humildad incluso hasta el día de su muerte.

¡Que nunca perdamos la humildad como la perdió Koraj! ¡Que podamos apreciar siempre con un ojo la grandeza del Creador y de toda su obra y que con el otro ojo podamos reconocer nuestra finitud y pequeño lugar dentro de su gran creación!

Shabat Shalom!
Rab. Uri

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