Por encargo del obispo Acuña, Juan de Colonia levantó en el crucero un cimborrio en forma de tercera torre hacia 1460-1470. Altiva, elegante y suntuosa, su atrevida estructura estaba adornada por muchas columnas y coronada por ocho chapiteles. Esto pudo ser la causa de su hundimiento la noche del 3 al 4 de marzo de 1539, tras ceder sus pilares del lado norte y arrastrar consigo varias bóvedas.
El cabildo decidió reconstruir el cimborrio ese mismo día encargándoselo a Juan de Vallejo, que se inspiró en un diseño de Juan de Langres, discípulo de Felipe Bigarny. En 1555 estaba prácticamente concluido, pero no se finalizó hasta 1568.
Este diseño actual presenta una elevada estructura de prisma octogonal dividida en dos cuerpos, con cuatro torres adosadas y rematadas por esbeltas agujas que refuerzan el impacto visual del tambor central.
Más de ciento diez estatuas de tamaño natural, todas transportables, se distribuyen en su exterior e interior. Sus relieves, tondos y vidrieras son espectaculares.
En cada uno de sus ocho lados se abren dos grandes ventanales amainelados que permiten una intensa iluminación del interior. El estilo renacentista plateresco se conjuga con el gótico tardío, que se manifiesta en su minucioso programa decorativo y en la verticalidad originada por sus numerosos pináculos y chapiteles.
El interior es deslumbrante, todo el conjunto descansa en cuatro poderosas columnas, que se asientan sobre amplia base octogonal, para prevenir una repetición del desastre anterior. A la altura de los ventanales de las naves se inician cuatro arcos torales y cuatro pechinas, a partir de las que surge el octógono de la linterna de los dos cuerpos, que desemboca en una fastuosa ornamentación plateresca con reminiscencias góticas.
Es una obra concebida como elemento de alabanza a Dios y recuerda el mensaje de salvación a través de figuras de profetas, apóstoles y santos. Todas las galas del gótico y lujos del renacimiento se dan cita en su construcción. En la primera franja del octógono resalta una leyenda tomada de los salmos, distribuida en las ocho caras, que nos muestra el sentido de la obra: “En medio de tu templo te alabaré y daré gloria a tu nombre porque haces maravillas”.
Los ocho lados de la linterna están repletos de una densa decoración renacentista, en la que se entremezclan esculturas, relieves, escudos nobiliarios y otros elementos decorativos de artistas como Juan Picardo y Pedro Andrés.
Las vidrieras son nuevas, siendo elementos desconocidos, pero extraordinarias y de gran valor por su modernidad y detallismo, que armoniza con el estilo gótico-renacentista de la cúpula. En ellas están representados los escudos de obispos y arzobispos que hicieron el crucero al igual que los actuales, junto a los de la Junta de Castilla y León y Caja Burgos.
El conjunto se remata con una espectacular bóveda de estrella de ocho puntas de doble estructura, encerrando entre sus nervios una filigrana totalmente calada. Todas las galas del gótico y todos los lujos del renacimiento se dan cita en tal construcción, principalmente en la asombrosa estrella de ocho puntas que parece certificarnos que, efectivamente, estamos en el cielo.
Esta solución arquitectónica aligera el peso y permite que la luz cenital se filtre para iluminar el trabajo escultórico.
Desde el año 1921, a los pies del cimborrio están los restos del Cid, D. Rodrigo Díaz de Vivar y de su esposa Doña Jimena.
El cimborrio es uno de los elementos arquitectónicos más importantes de la catedral, con la linterna más bella del Renacimiento español. Por su originalidad arquitectónica, valiosa decoración escultórica y espectacular estrella, dijo el rey Felipe II: “Más parece obra de ángeles que de hombres“.
Guión y comentarios: Agustín Lázaro López
Adaptación del guión, filmación, montaje y materialización: Juan Carlos Llorente
Producción: PROYOU DIGITAL
Colabora: Cabildo de la catedral de Burgos.
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