El Estudiantes, con un partido casi perfecto, venció 80-77 a un Real Madrid a la deriva.
Los del Ramiro hicieron un gran encuentro, quizá, al límite de su rendimiento. Y unos a tope y los otros a la deriva terminaron con un resultado estrecho, casi insignificante, de tan sólo 3 puntos, 80-77. Cuando con buenas matemáticas comparas con detenimiento jugador por jugador y ves que la superioridad práctica de un conjunto es abrumadora, te atreves con cierta alegría a aventurar un triunfador. No cuenas, no puedes contar con que todo un campeón de Europa se vea superado sin paliativos por un equipo en rodaje. Si el Madrid trata de justificar su derrota sólo podrá encontrar un atenuante_ el tremendo frío que campa a sus anchas en la cancha cubierta del Ramiro de Maeztu. Durante todo el encuentro vimos cómo los jugadores blancos dejaban escapar balones de sus manos como si los dedos los tuvieran al borde mismo de la congelación. El frío, ese frío imponente que describimos, no debe estar presente en un baloncesto de altura, sólo sirve para aminorar la calidad del juego.
El Estudiantes, realizó una primera parte llena de aciertos. Fue en todo superior al Real Madrid. Se defendía cn orden y sin fisugras, atacaba a base de desplazamientos largos, con aciertos regulares en la media distancia. El inexperto Estrada luchaba llevándose la mejor parte en los rebotes; Sergi-Vela le ganaba la acción primero a Nava y luego a Brabender, un deslucido Brabender que no sabemos si por su artritis o su bache de juego el domingo no dió una a derechas. Atrás Martínez Arroyo era el dueño y señor de la situación, pasaba, marcaba y encestaba con gran facilidad. Y para colmo de males, para el Madrid, Bergia realizaba el partido de su vida. En el cuadro blanco, sólo Luyk se mantenía a la altura de las circunstancias. Si no hubiera sido por su acierto en el tiro, su equipo se hubiera retirado en la primera parte con una derrrota escandalosa. Aún así, el tanteo al terminar los primeros 20 minutos, era 46-31.
En el segundo periodo Frrándiz enderezó algo el juego de su conjunto. LAs diferencias fueron paulatinamente acortándose. Vimos en peligro la victoria del Estudiantes. Los componentes de su 5 titular empezaron a sentarse en el banquillo por las cinco personales fatídicas. Primero fue Bergia, poco más tarde Sagi-Vela y por fin Martínez Arroyo. Por fuerza la ausencia de estos hombres se había de notar, pero para el único que pasó desapercibida fue para el Madrid, que no supo o no pudo aprovechase de la situación. Entonces, en los últimos 10 minutos perdieron el partido. Sus desaciertos en los tiros libres fueron increibles. Podemos calcular que el porcentaje de ensayos que transformaron linda con cierta generosidad en el 20%. Así nunca se puede ganar un encuentro.
La labor de los colegiados, Sola y Santaolaria, hay que calificarla de regular, aunque tuvieron errores, los repartieron con mejor ecuanimidad entre ambos bandas.
Una cosa más, ese grito que una y otra vez tuvimos que soportar de "yanquis no", nos parece en un partido de baloncesto, absolutamente fuera de tono: el hecho de molestar a unos jugadores que están batiéndose por los colores que defienden es, al menos, estúpido.
Estudiantes: Bergia, Juan Martínez Arroyo, José Luis Sagi-Vela, Mitjans, Estrada, Escorial, Fernando Martínez Arroyo, Gonzalo Sagi-Vela, Molina y Perera
Real Madrid: Vicente Ramos, Emiliano, Nava, Brabender, Aiken, Luyck, Sevillano y Guardiola.
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