LA FIESTA DEL RAMO EN HORCAJO DE LA RIBERA
La fiesta es un complejo contexto, donde tiene lugar una intensa interacción social, un conjunto de actividades y de rituales, y una profusa transmisión de mensajes, algunos de ellos, transcendentes; otros, no tanto, y un desempeño de roles peculiares que no se ejerce en ningún otro momento de la vida comunitaria, y ,todo ello, parece ser susceptible de una carga afectiva, de una tonalidad emocional, de forma que las gentes y su acción social parecen encontrarse en, y crear, un ambiente inconfundible, el “ambiente de fiesta”.
Muchos de los rasgos que mencionaremos en la fiesta del ramo de Horcajo de la Ribera, no son exclusivos de esta localidad; tienen muchos puntos de contacto con todos los pueblos que pertenecen a la misma cultura religiosa – la católica- y con los que han tenido una evolución histórica pareja como son los pueblos castellanos; por la interrelación con sus vecinos.
EL RAMO EN LOS PUEBLOS DE CASTILLA
EL RAMO EN LOS PUEBLOS DE CASTILLA
El origen de la fiesta de la Candelaria se remonta a los primeros años del cristianismo. Según la ley de Moisés, toda mujer que paría un varón debía ir al templo a los cuarenta días del parto a purificarse, hecho que dio en llamarse "salir a misa de parida". Esta tradición, que se mantuvo en nuestro pueblo durante años, queda reflejada en una de las estrofas que se cantan el dos de febrero, día de La Candelaria, aproximadamente unos cuarenta días después del parto de La Virgen y que dice así: Día de la Candelaria/ el segundo de febrero/ sale a misa de parida/ la Madre del Rey del cielo.
En el pueblo, las parturientas también salían a misa de parida. Era costumbre que se bautizara al recién nacido a los pocos días del alumbramiento, quizá porque las posibilidades de que sobreviviera no eran muchas en aquellos tiempos; pero la madre no solía ir al bautizo, sino que permanecía en casa los cuarenta días preceptivos hasta que salía para ir a la iglesia, a la misa de parida.
Es, precisamente en este contexto en el que se incardina la fiesta de la Candelaria, que en muchos sitios se llama fiesta de la Purificación y que va derivando con el paso del tiempo hacia la fiesta del ramo tal y como la vivimos hoy, quizá entroncada con esas fiestas que en Castilla conmemoran el fin del invierno y la incipiente llegada de la primavera. El ramo se canta en casi todos los pueblos de la sierra y del valle, con unas letras muy parecidas. En Horcajo, lo cantaban las mozas, entre cuatro y seis y nunca más, como refleja la letra de una de las canciones: cuatro doncellas venimos/vestidas de castidad/para pedirle a María/ que nos ayude a cantar. Entre todas las mozas se ponían de acuerdo para determinar quiénes cantarían cada año y las elegidas amasaban el pan para hacer las roscas que adornarían el árbol. El pueblo donaba la harina y el pan se amasaba en cualquiera de las casas que tuviera horno, que entonces eran casi todas. Cantaron el ramo muchas de las bisabuelas y abuelas de las que lo cantan hoy, cuando eran unas mozas de poco más de veinte años: tía Tomasa, tía Elisa, tía Alejandra, tía Petra, tía Agapita, tía Goya... Y las abuelas y bisabuelas de estas. Cantaban ataviadas con los pesados manteos de piqué y los mantones y pañuelos de colores porque aquel y no otro era su traje de fiesta.
manteos, sino con sus mejores galas porque ya el manteo había dejado de ser el traje de fiesta. Los que por aquel entonces éramos unos niños de apenas ocho años, recordamos el ramo firmemente clavado en una esquina del cementerio, cerca del sabuco, pero, sobre todo, recordamos aquel árbol artificial del que colgaban unos panes amarillos que no habíamos visto antes. Y recordamos cómo mirábamos con ojos golosos aquellas naranjas gordas que adornaban el árbol, pero que casi nunca adornaban nuestras mesas. En 1964, se dejó de cantar. Quizá el ramo fuera también una víctima de la transformación que sufrimos en esos años, cuando la pujante sociedad rural se fue transformando en urbana y los mozos y, sobre todo las mozas, fueron dejando el pueblo para buscarse una vida mejor en Madrid.
La letra de las canciones se había ido trasmitiendo de madres a hijas en la más pura esencia de la tradición oral, como se trasmitieron los romances, los cuentos y muchas canciones y leyendas que ahora pertenecen a ese patrimonio inmaterial que se va perdiendo a medida que nos van dejando los únicos que las conocen. En esas letras, verdadero tesoro que refleja una manera de vivir antes de los cambios del último siglo, se canta a La Virgen, pero también se canta al mozo que porta el ramo; se solicita licencia para cantar y también se canta al sacerdote y a los asistentes.
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