La vez que Santa Rosa ganó 1 a 0 (Fernando Torrado Parra)
(música incidental: "motivos de milonga para Rosa", FTP)
El humilde pueblo canario esperaba la tormenta por esos días de inusual calor.
Era el final del invierno y el carácter de la santa se mostraba indefectiblemente sobre el 30 de agosto.
Fue el día que jugaba el cuadro de sus amores- después se supo- El Club social y Deportivo Cautivos del Amor de Rosa.
Los adversarios, el Recreativo de los Unos del Olimpo, eran fuertes y seguros de sí mismos. Jugaban “como los dioses”, si se me permite la pagana expresión.
A la hora del partido, ni vestigios del mal tiempo, ni presagios del desenlace final.
La pitada del improvisado referee que se desempeñaba como actuario en la dependencia policial del pueblo y había sido elegido para darle un toque más de autoridad al asunto, desencadenó una serie de jugadas de los otros que tocaban con precisión y destreza, mientras que los locatarios corrían de un lado para el otro impulsados de atrás por la vergüenza y con la nuca de sus adversarios por el adelante.
Pelotas en los palos, en los 3 palos, que como los tres millones de fanáticos y seguidores futboleros que tenía el país por la época según el cancionero popular, habían evitado la caída del arco, literalmente.
Lo que no pudieron evitar fueron los caños, las jopeaditas, los toqueteos, salivazos y puteadas que el pobre “team” recibía del equipo de los sueños.
El cansancio empezaba a hacer de las suyas y las encarnizaba solamente en los humildes.
La desesperación coronaba la impotencia y con el último hálito, el raquítico capitán de los lugareños clamaba por un milagro.
Como si no hubiese alguien capaz de escuchar los sollozos locatarios, el talentoso entreala visitante recibió una pelota desde la izquierda, la bajó con el pecho y le pegó tres dedos, dirigiéndola al ángulo superior derecho del inverosímil portero de casa.
En el momento que la pelota entraba, del cielo cayó un rayo misterioso que hizo nido en el ángulo en cuestión, deteniendo la guinda ante la mirada incrédula de justos y pecadores.
Siga, Siga dijo el actuario llevándose el pito a la boca.
Envalentonados, los propios, y con el desorden lógico del impulso repentino y el no saber, se hicieron a la carga, la que fue controlada sin problemas por el zaguero derecho de los suficientes.
Otra vez lo mismo. Otra vez a sufrir.
En la tribuna improvisada de troncos de eucaliptus el ayudante contable del principal comercio de la zona, calculadora en mano, buscaba la probabilidad que los salvase.
Más fe que razón.
En ese preciso instante, el centrofobal de los suficientes, en un acto de fortaleza y elegancia, dribleó a uno, a dos, a tres, llegó hasta el arquero, a quien dejó tirado en el suelo mordiendo polvo y rabia y se disponía a atravesar la línea del arco, cuando un ruido –pero esta vez de abajo - como un rugido, abrió la tierra y se lo tragó.
Nunca más se supo de él. Hay quien dice que apareció junto a 32 mineros chilenos que habían quedado atrapados en un mina durante muchos días…vaya a saber.
Desconcierto, no saber cómo seguir, incredulidad, miedo, campeaban en el field del Deportivo de los Cautivos.
En ese momento, un viento con agua en forma de ola gigante, se hizo de la pelota que seguía su curso hacia la red; la tomó como con la mano, que era la cresta, y dio vuelta en el mismísimo aire que se cortaba y se respiraba con dificultad, para dirigirse con estruendo poderoso y decisión, hacia el arco contrario.
Nada la detuvo.
Nadie gritó nada.
Nadie reclamó, ni preguntó.
El cura del pueblo se persignó besando el rosario que apretaba entre sus manos, al ver que la pelota atravesaba la línea del arco visitante y marcaba el único gol del partido, que terminó con agua, de vuelta el frío y un viento fortísimo que milagrosamente, no alcanzó a apagar la vela de la santa.
#cuentos #cuentoscortos #cuentosfantásticos #escritor
Информация по комментариям в разработке