ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO.

Las batallas profundas al interior de nuestro espíritu humano, nuestro anhelo permanente de elevarnos hacia la trascendencia y nuestras fuerzas atávicas que siempre insisten en derribarnos nuevamente a tierra, la santidad de un hombre ejemplar, la conversión profunda de un antiguo esclavista, la horrenda destrucción de las culturas nativas americanas y de las bellísimas misiones Jesuitas de América por las codicias y batallas de poder entre las Coronas de España y Portugal, el encuentro musical que pareciera querer resarcir el histórico desencuentro profundo entre España y América. Todo esto y mucho más resume la hermosa banda sonora de La Misión, compuesta en 1986 por Ennio Morricone para la película de Roland Joffé. Un coro que pareciera extraído de Bach entra en delicado crescendo, hallando en su camino un brío de congas indígenas que pareciera quererlo llevar hacia una idílica "tierra prometida", unos dramáticos staccatos que cantan "Vita Nostra", (vida nuestra) poniendo al desnudo toda la tensión de nuestra existencia. Y como contemplando la escena, entra por último un oboe solista, celestial, etéreo, quizá paternal en el sentido más teológico, deseoso de acoger, de abrazar y de sanar lo humano en toda su integridad siempre desgarrada; de conciliar por fin lo divino y lo terreno, lo sacro y lo profano. Difícil encontrar en la actual música para cine una composición de tanta altura y belleza. Sí. En laTierra como en el Cielo, siempre vivo el Maestro Morricone.