Orbaneja del Castillo - Senderismo en 4K

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En Burgos, cerca del límite con Cantabria, se encuentra Orbaneja del Castillo, un pueblo medieval de cuento de hadas atravesado por una preciosa cascada, en el imponente cañón del río Ebro.
Estamos ante una localidad declarada Conjunto Histórico, con apenas 50 habitantes censados, encajonada entre las paredes del cañón del Ebro que tuvo su origen en la Edad Media.
Las viviendas, de marcado estilo cántabro y montañés, se suceden en estrechas y empinadas callejuelas con las típicas balconadas de madera.
En sus orígenes, las construcciones tipo chozos de piedra en seco, sin ningún tipo de argamasa, servían como graneros y refugios del clima de la región, pero con el tiempo fueron cambiando de tipo y de funciones. Desde Orbaneja salen varias rutas de senderismo, algunas circulares, que nos llevan al páramo donde se encuentran los chozos.
Existen edificios interesantes como la Casa de los Canes, la Casa de los Pobres (antiguo hospital que data del siglo XV) y la Casa Fuerte, cuya titularidad histórica se atribuye a los marqueses de Aguilar.
Entre la curiosa estampa de las formaciones rocosas repartidas en lo alto del cañón del Ebro, denominadas “El Castillo” y creadas por la erosión, destaca " el beso de los camellos formando el mapa de África”, que antiguamente la gente del pueblo llamaba la ventana cerrada.
El turismo ha convertido el agua en fuente de vida, con casas rurales, hospederías y restaurantes que ofrecen generosas raciones de comida casera, combinado los productos de la tierra con croquetas tradicionales, pucheros de cocido montañes, sopa de ajo, espárragos y el chuletón a la piedra o el cordero en salsa.
Las aguas subterráneas llegan desde Bricia hasta la Cueva del Agua, donde brota la surgencia natural que divide el pueblo en dos mitades, la puebla y la viña.
En un nivel superior está la Cueva del Azar, en cuyo interior se observan muestras de arte rupestre del Neolítico.
El arroyo cruza Orbaneja y se encauza bajo las casas acariciando las piedras de sus fachadas hasta descolgarse 15 metros, cayendo sobre una serie de terrazas de toba formadas por la cal del agua. Con este material de gran dureza cuando seca, y de poco peso, se construían las casas.
La cascada no puede ser más idílica. El terreno tobáceo ha cedido ante la fuerza del agua creando pequeñas terrazas. Se puede encontrar con mayor o menor caudal dependiendo de la época del año, pero siempre lleva agua.
Siguiendo el curso del río, después de la cascada y antes de fundirse con el majestuoso Ebro, el agua ha creado pozas de un color azul turquesa.
A pocos metros de su nacimiento y consciente de su destino, el arroyo decidió crear una eterna obra de arte para así ser recordado.

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