Nuestros abuelos vivieron el pleno empleo, una vida digna y estable. Algunos en la ciudad, otros en el campo, como peones, chacareros y colonos. No sobraba nada y muchas injusticias existían, pero tierra, techo y trabajo no se le negaba a nadie.
Las cosas, nos guste o no, han cambiado. Este modelo ya no existe. La concentración económica destruye el empleo, concentra la tierra y convierte las ciudades en lugares excluyentes dónde comprar una vivienda es imposible y alquilar muy dificil.
Las grandes empresas trasladaron la mano de obra industrial a países dónde los salarios son de esclavitud e incorporan tecnología que reemplaza el trabajo humano. Debilitaron a los gobiernos que defendían a la gente y lograron concentrar casi toda la riqueza en el 1% de la sociedad, mientras el 99% restante sufre precariedad y privaciones.
La informática, robótica y automatización no se aplican para mejorar la vida de todos sino para aumentar las ganancias de unos pocos.
En Argentina, 6 millones de personas quedaron afuera del mercado laboral en los últimos 30 años, 300.000 familias campesinas fueron expulsadas del campo ¿Que hicieron? Se inventaron un trabajo en la Economía Popular.
La Economía Popular es un sistema de trabajo para los excluidos, un refugio que se construye de abajo para arriba. Cartoneros, agricultores, costureros, constructores, trabajadores de la vía pública o de tareas comunitarias como cocineras o cuidadoras. Esos trabajos son importantes y necesarios, buenos para la naturaleza y para la sociedad. No te comas el verso de que el problema son "los planes". Todos los estudios indican que las transferencias monetarias del estado no representan ni el 25% del ingreso de los más pobres. Nuestra gente la vida se la gana laburando.
El Salario Social Complementario es un piso de dignidad para trabajadores que hoy no tienen derechos laborales. Ojalá todos los cartoneros, horticultores o coordinadoras de los comedores pudieran cobrarlo.
Se lo merecen y hacen mucho bien a la economía y la sociedad.
Hay que asumir una realidad, nos guste o no: aunque la economía vuelva a crecer, el capitalismo no genera empleo para todos. Si queremos un país sin pobreza y más igualitario, hay que entender como es y será el trabajo en el futuro.
La Economía Popular no es una cuestión de emergencia, llegó para quedarse. Se trata entonces de dignificarla.
El reciclado, el cuidado de niños, jóvenes, ancianos y enfermos, las artesanías y manufacturas sencillas, la agroecología, la pequeña producción textil, la urbanización de villas y asentamientos, la construcción de viviendas, el comercio popular... ahí están los puestos de trabajos que faltan: ecológicos, comunitarios, humanos.
Nosotros queremos que lo comunitario gane terreno frente a un mundo dominado por las corporaciones que excluyen y abandonan a los hijos del pueblo. La ampliación de lo público en los terrenos de la salud, la educación, la vivienda, la recreación, la comunicación o la tecnología junto con la garantía de ingresos mínimos para todas las familias trabajadoras no son ideas del pasado, son ideas del futuro.
Este sistema ya no se aguanta. O lo transformamos desde abajo y entre todos, o en algún momento estalla.
Que no te engañen: los movimientos populares no somos el problema, somos parte de la solución.
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