A quien lo lea (o no, usualmente solo lo leo yo)
Te hablaré de la noche que lo cambió todo, del día en que empecé a soñar de nuevo. Es una historia algo larga, pero vale la pena, lo prometo.
Cada domingo, desde que tengo memoria, mi familia y yo salíamos de viaje en carretera rumbo a mi pueblo, San José Villa de Allende. El viaje es de aproximadamente 1 hora y 30 minutos en carro o camioneta desde mi casa hasta allá. A veces me quedaba dormida, pero en otras ocasiones el paisaje que miraba a través de la ventana era mejor que cualquier sueño: el cielo azul, los árboles infinitos, pequeños animales como patos, pollos, gallos y gallinas o animales medianos como borregos y vacas, todos ellos pastando en medio de terrenos llenos de hierba y flores. Y era mejor por las noches, porque papá ponía música del legendario José José y mis hermanos y yo cantábamos al estilo bohemio sus canciones.
A medida que fui creciendo, el paisaje cambió, las canciones cambiaron y creo que yo también cambié un poco, pero aquel gusto de mirar por la ventana y escuchar canciones lo conservo en cada trayecto hacia un destino diferente.
No sé si tiene que ver con la madurez o que ciertas cosas se pierden al crecer, pero hace poco me sentía perdida, sin un verdadero propósito más que el de cumplir; cumplir con tareas, cumplir con trabajo, cumplir con los otros, cumplir años, cumplir, cumplir... De alguna forma y sin pensarlo, creo que dejé de creer en mí. Caí en el peor error que se puede cometer, el de ignorarse a sí mismo.
Pero conocí a este chico que me enseñó la música de Makko. El día que lo conocí lo vi y pensé que tenía buena pinta, de esos que parece que no rompen un plato y les encanta estudiar para vivir. Y sí, pero también era algo más. Ese día yo brillaba como una estrella que culminaba un sueño o un ciclo, quizás, no lo sé. Fue un breve instante el que compartimos, pero yo no paré de hablar por más que el lenguaje me limitara y no paré de sentir que el corazón me gritaba "Despierta".
Pasó algún tiempo...
Aquella noche, la que lo cambió todo y digo ¡TODO!... Hacía frío, llegué tarde al encuentro, unos cinco minutos tal vez. Le di un abrazo y compramos cerveza, jugamos billar y cuando terminó la hora de renta de la mesa, salimos a platicar mientras él fumaba. Le conté mi vida en un par de minutos, me contó su vida y sus viajes. Ese día creo que desperté por completo, creo que ese día rompí el cascarón y miré a través por primera vez. Y yo me preguntaba cómo alguien podía viajar tanto, cómo alguien podía estar del otro lado del mundo solo con querer. Me parecía imposible salir de mi casa y tener una nueva vida, sentía que estaba tan atada a lo que tenía... Abrí Spotify, puse "Nacht Wach" de Makko y le dije: ¿Alguna vez has mandado todo al carajo? Él se rió y me dijo: "Sí, por eso estoy aquí". "Me gustaría poder hacer lo mismo", le dije, y suspiré: "Pero no puedo". Y él me dijo: "Pero sí puedes". Empezó a buscar en su celular destinos y viajes, calculó tarifas, cambios de moneda en un instante y con ese gesto tan simple y sin darse cuenta, encendió en mí una idea, una nueva ilusión.
Desde entonces pienso cada día en este nuevo sueño, un nuevo sueño que me ha llevado a lugares que nunca imaginé y a compartir con personas que adoro y por las que agradezco cada día. "No necesito dormir porque sueño todos los días".
Ya sé que es extraño que haga estos videos, a mí también me ha sorprendido, pero también creo que de alguna manera me acerca a mi destino. Creo que cada fotografía es como mirar por la ventana mientras escucho o canto una canción y eso pone feliz mi alma.
Sé que estos sueños me costarán, nadie habla del éxito como sinónimo de despedidas, de añoranza y melancolía. Las fotos en Instagram, los posts en Facebook o videos de YouTube no siempre muestran los días que la soledad te parte en dos. Los sacrificios y la disciplina son algo realmente complejo y requieren mucha valentía. Mandar todo al carajo suena fácil, pero requiere mucha voluntad.
Pero... "Si tienes un sueño, ve y consíguelo", escucha los anhelos de tu corazón.
Con todo el amor del mundo, 610.
PS. Cuando me vaya te llevaré a todas partes.
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