Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús Semana Santa Cuajimalpa CDMX

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Dicho esto, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, en el que entró él con sus discípulos. Judas, el que le había de entregar, conocía el lugar, porque Jesús se reunía frecuentemente allí con sus discípulos. Entonces Judas, tomando la cohorte y los servidores de los pontífices y de los fariseos, vino allí con linternas, antorchas y armas.

Jesús, sabiendo todo lo que le iba a ocurrir, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis? Le respondieron: A Jesús el Nazareno. Jesús les contestó: Yo soy. Judas, el que le había de entregar, estaba con ellos. Cuando les dijo «yo soy», retrocedieron y cayeron por tierra. Les preguntó de nuevo: ¿A quién buscáis? Ellos respondieron: A Jesús el Nazareno. Jesús contestó: Os he dicho que yo soy; si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos. Así se cumplió la palabra que había dicho: No he perdido ninguno de los que me diste.

Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó, golpeó a un siervo del Pontífice y le cortó la oreja derecha. El nombre del siervo era Malco. Jesús dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina. ¿Acaso no voy a beber el cáliz que el Padre me ha dado?

Entonces la cohorte, el tribuno y los servidores de los judíos prendieron a Jesús y le ataron.

Y le condujeron primero ante Anás, pues era suegro de Caifás, Sumo Pontífice aquel año. Caifás fue el que había aconsejado a los judíos: Conviene que un hombre muera por el pueblo.

Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del Sumo Pontífice y entró con Jesús en el atrio del Sumo Pontífice. Pedro, sin embargo, estaba fuera a la puerta. Salió entonces el otro discípulo que era conocido del Sumo Pontífice, habló a la portera e introdujo a Pedro. La muchacha portera dijo a Pedro: ¿No eres también tú de los discípulos de este hombre? El respondió: No lo soy. Estaban allí los servidores y criados, que habían hecho fuego, pues hacía frío, y se calentaban. Pedro también estaba con ellos calentándose.

El Sumo Pontífice interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. Jesús le respondió: Yo he hablado abiertamente al mundo, he enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde todos los judíos se reúnen, y no he dicho nada en secreto. ¿Por qué me preguntas? Pregunta a los que me oyeron de qué les he hablado: ellos saben lo que he dicho. Al decir esto, uno de los servidores que estaba allí dio una bofetada a Jesús, diciendo: ¿Así respondes al Pontífice? Jesús le contestó: Si he hablado mal, declara ese mal; pero si bien, ¿por qué me pegas? Entonces Anás le envió atado a Caifás, el Sumo Pontífice.

Simón Pedro estaba calentándose y le dijeron: ¿No eres tú también de sus discípulos? El lo negó y dijo: No lo soy. Uno de los criados del Sumo Pontífice, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo: ¿Acaso no te vi yo en el huerto con él? Pedro negó de nuevo, e inmediatamente cantó el gallo.

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