PRUEBA FORD C-MAX HIGHLIGHTS AND ACTIONS | By

Un pequeño lavado de cara con el que la marca del óvalo pretende seguir sumando clientes a su exitoso monovolumen mediano. La delantera del C-Max es lo que más ha cambiado, con una estética que se adapta a la línea de diseño de los últimos modelos Ford.

Destaca la parrilla trapezoidal, las nuevas ópticas con apariencia más estilizada y los faros antiniebla que ahora aparecen en forma rectangular.

Otro de los detalles nuevos es el limpiaparabrisas que ahora se oculta bajo la luna.

En la zaga también aparecen pequeñas variaciones en los pilotos traseros.

El C-Max cuenta también con nuevas tecnologías en materia de seguridad como el control de crucero adaptativo y el paquete City Premium, que incluye asistente de frenada en ciudad, sistema de aparcamiento asistido, sensores de aparcamiento delanteros y traseros y retrovisores térmicos plegables eléctricamente.

También hay una clara mejora en los huecos para guardar pequeños objetos. El maletero puede pasar de los 471 litros a los 1.720.

Un motor TDCi de 2 litros que cuenta con todo el empuje de un 150 CV. Un propulsor que responde muy bien a todas nuestras exigencias ya sea con carga o sin ella.

Estamos ante una versión muy flexible, ya que los cambios que se han llevado a cabo en la suspensión, le permiten ser bastante rápido y muy cómodo en carreteras con curvas. Gana en agilidad respecto a la anterior generación.

Pero el punto fuerte del C-Max son los viajes largos en autopistas o autovías. Ofrece un confort de marcha sin igual y una gran calidad de rodadura.

La dirección también ha sido optimizada, es ahora mucho más precisa. También se nota el trabajo de la marca en cuanto a insonorizaciones y reducción de las vibraciones.


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