Carlos Alsina reflexiona en su monólogo sobre los israelíes que están en contra de lo que está haciendo el Gobierno de Netanyahu.
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Déjenme que les cuente una historia. (Es muy corta, ya verán). Hace mucho, mucho tiempo, existió un joven que despertaba admiración allí por donde pasaba. Era fuerte, era atlético, era inteligente, era un orador asombroso. Veinte años tenía. Ah, y era de familia pudiente. Tenía la vida resuelta.
El joven se llamaba Aristocles, no confundir con Aristóteles, que vino luego. Este Aristocles que tan seguro estaba de sí mismo se cruzó un buen día con un anciano maestro a quien sus discípulos no paraban de hacer preguntas. Y a los que él respondía haciéndoles más preguntas. Preguntas sobre preguntas.
El joven comprendió, de pronto, que no sabía nada del mundo. Ni de la vida. ¿Cuál es la esencia? '¿Qué he de hacer para aprender?', le preguntó al maestro. Y este respondió: 'Involúcrate en la vida, haz por entender qué nos mueve a las personas'. Aristocles, entonces, eligió marchar a la guerra. Tres años estuvo. Conoció la lealtad y la traición, el coraje y la cobardía, el odio y la venganza.
A su regreso visitó al maestro. 'Cuéntame', fue todo lo que dijo. Y habló así el joven: 'La guerra no es más que el hedor de cadáveres, cuerpos lisiados y supervivientes que sufren. He aprendido que la mayoría prefiere creer lo que le digan antes que reflexionar sobre lo que ha visto. He sentido la tentación de la autocomplacencia, la comodidad de adaptarse en cada momento a las modas, las opiniones y el orden establecido'.
La Asociación por los Derechos Civiles de Israel, la asociación Médicos por los Derechos Humanos de Israel, la asociación de defensa de las minorías árabes de Israel afirmaron, en coincidencia con una comisión de la ONU, que se está llevando al límite a una población que no tiene a donde huir y que las órdenes de evacuación constituyen una violación más del derecho internacional.
La mañana en que el primer ministro de Israel se revolvía contra las Naciones Unidas y empleaba la retórica de combate para despreciar el informe en el que considera probado que es el gobierno el autor intelectual de un genocidio ---que si el antisemitismo de la ONU, que si la propaganda palestina, los clásicos de este primer ministro---, el movimiento que reúne a decenas de empresas tecnológicas tan israelíes como él reclamó al primer ministro que renuncie y convoque a los ciudadanos a las urnas. Por haber dañado gravemente al país y haber dilapidado el apoyo mundial que recibió Israel el siete de octubre de 2023.
La mañana, en fin, en que el gobierno de Benjamin Netanyahu impidió, de nuevo, el acceso de la Cruz Roja a las cárceles israelíes alegando que pondría en riesgo la seguridad nacional, la principal organización sindical del país, tan israelí como el primer ministro, le exigió que trabaje para la paz. 'Merecemos la paz', dijo, 'porque la sociedad, israelí, está agotada y nuestra posición ante el mundo es hoy muy mala'.
Una frase se ha extendido entre la oposición a Netanyahu y las organizaciones contrarias a la expulsión de los palestinos de Gaza. La frase es 'no queremos ser Esparta'. Porque el primer ministro afirmó que si Israel era objeto --víctima, dijo él-- del aislamiento internacional creciente, si prosperaba el boicot y las sanciones, entonces Israel habría de erigirse en una nueva Esparta autosuficiente y sola contra todos.
La tarde en que el Ejército de Israel celebraba haber avanzado en la toma de Gaza y calculaba que le llevaría unas semanas destruir la ciudad por completo, en la ciudad del cine de Glilot, cerca de Tel Aviv, una manifestación popular contra la invasión recibió a los actores, actrices, directores que acudían a la ceremonia de entrega de la Academia del Cine Israelí ---tan israelí la academia y sus miembros como el primer ministro---.
Muchos de ellos vestían camisetas con el lema: 'Detened la invasión, un niño siempre es un niño'. El premio al mejor actor se lo llevó un crío de trece años, Muhammad Gazawi, que es árabe. La película, El Mar, cuenta una historia de un niño palestino en la Gaza ocupada.
El escritor premiado por el Mejor Guión dedicó el premio a un viejo amigo gazatí que ha sobrevivido a un bombardeo reciente. El premiado por la mejor trayectoria, Uri Barbash, afirmó en su discurso que la actuación militar en Gaza no una operación militar sino un crimen.
Y la actriz premiada por la mejor interpretación dijo que el cine no sirve para detener tanques, ni alimentar niños, ni rescatar rehenes. Pero sí para hacer saber a la gente que también en Israel hay personas que aborrecen lo que está ocurriendo en Gaza y exigen a su gobierno que pare. Personas, todas ellas, tan israelíes como Benjamin Netanyahu.
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