Carlos Alsina reflexiona acerca de la Memoria de la Fiscalía y sobre que las pulseras para maltratadores fallaron, así como de la visita del canciller alemán a Pedro Sánchez.
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Déjenme que les cuente una historia. (Es muy corta, ya verán).
Había una vez un escritor de enorme éxito cuya capacidad para publicar hasta cuatro títulos cada año asombraba a sus colegas y entusiasmaba a sus lectores. Publicaba una novela en primavera, un ensayo en otoño, un poemario en invierno y una guía de viajes en verano. Y de las cuatro hacía promoción. Era un habitual de los platós y los estudios de radio.
Una mañana de abril, próxima al Día del Libro, entrevistaron al autor en un programa de radio parecido a este para hablar de su nueva novela, una historia de intriga con escenas vibrantes y giros inesperados. Le preguntó el periodista, empeñado en demostrar que se la había leído: "Esta escena del capítulo quinto, cuando su detective va caminando por el centro del bulevar y le sale, bueno, ya sabe, este otro personaje tan divertido, ¿es una forma de anticipar al lector, sin avisarle, el desenlace?"
La Memoria de la Fiscalía y las pulseras para maltratadores
Álvaro García Ortiz no pasa por ser un autor de éxito. Aunque publica cada año, apenas tiene lectores. Álvaro García Ortiz es el fiscal general del Estado mientras un tribunal no lo aparte del cargo o hasta que él mismo, en un arrebato de lucidez sobrevenida, se decida a coger la puerta sabiéndose procesado. El jefe de los fiscales editó en agosto, como está mandado, su obra de cada año, un tocho de mil seiscientas páginas con un título bien poco atractivo. Se llama "Memoria Anual de la Fiscalía", tiene letra pequeña y tapas coloradas.
"El fallo es la recuperación de datos sobre la ubicación de los individuos o sobre la alerta que saltó en el teléfono de la víctima"
No es este país para matices ni es esta oposición de la que esperar que se centre en los hechos en lugar de embarullarlo todo. No hay relación alguna entre el hiriente efecto que tuvo la chapuza legislativa del solo sí es sí con este fallo no premeditado que ha impedido, es verdad, proceder judicialmente contra algunos agresores, pero no ha supuesto, que se sepa, situación de peligro físico para mujer alguna.
El fallo es la recuperación de datos sobre la ubicación de los individuos o sobre la alerta que saltó en el teléfono de la víctima, no en el funcionamiento de la pulsera y el teléfono. El mismo texto que informa del fallo en la aportación de datos dice expresamente que "las fiscalías reconocen la indiscutible utilidad de los dispositivos telemáticos y que resulta incontestable que ninguna de las mujeres que han sido asesinadas lo portaba".
Reunión de Sánchez y Merz
Estuvo el jefe del Gobierno alemán, que es del PP, en la Moncloa con Sánchez y hablaron de Gaza. El primer ministro español lo llama genocidio y el primer ministro alemán, no. El primer ministro español considera necesario reconocer el Estado palestino y el primer ministro alemán, no. El primer ministro español entiende que la actuación de Netanyahu en Gaza es una violación de los derechos humanos de libro y el primer ministro alemán, también. El primer ministro español ha anunciado el embargo de armas a Israel y el primer ministro alemán no es que lo haya anunciado, es que ya lo tiene en vigor.
"Es el afán de polarizar, confrontando por confrontar"
El primer ministro alemán es del Partido Popular europeo y mantiene, respecto de Gaza, la misma postura que Feijóo, con quien se verá en Madrid esta mañana. Digamos que, de haber sido Feijóo quien estuviera con Sánchez ayer en la Moncloa habría podido protagonizar, si Sánchez se hubiera prestado, una escena idéntica a la de Merz: coincidencia en lo esencial respecto de Gaza, y diferencia respecto de la palabra genocidio o los efectos de reconocer ahora el Estado palestino.
Ambos podrían haber explicado sus diferencias y, sobre todo, sus coincidencias con naturalidad y espíritu constructivo, es decir, sin que el uno acusara al otro de indiferencia hacia una masacre ni el otro hubiera acusado al uno ser capaz de pactar, para mantenerse en el gobierno, con el mismísimo Netanyahu. Y esto demuestra que no es la posición respecto de Gaza lo que polariza la vida política española. Es el afán de polarizar, confrontando por confrontar.
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