El PUEBLO que DESAPARECIÓ bajo el agua / Viejo Padilla Tamaulipas / La presa Vicente Guerrero

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En el año 1749, don José de Escandón fundó con gran ilusión la Villa de San Antonio de Padilla. Este rincón, bañado por los rayos dorados del sol, llevaba el nombre de la esposa del virrey Conde de Revillagigedo: Antonia Caferina Pacheco de Padilla y Aguayo. La villa, modesta pero llena de esperanza, se convirtió en la primera capital del estado de Tamaulipas, aunque su reinado efímero duró apenas cinco meses.

En el año fatídico de 1824, las sombras se cernieron sobre Viejo Padilla. Allí, en sus calles empedradas, el comandante Agustín de Iturbide enfrentó su destino. Acusado de traición a la patria, su vida se apagó bajo el implacable filo de la justicia. Sus últimas palabras resonaron como un eco en el alma de los presentes: “Mexicanos: en el acto mismo de mi muerte os recomiendo el amor a la patria y la observancia de nuestra santa religión. Ella es quien os ha de conducir a la gloria”.

Pero la historia no se detiene en tragedias. Otro episodio marcó los anales de Viejo Padilla: la muerte del militar político Manuel Mier y Terán. A sus cuarenta y tres años, en el recogimiento del templo de San Antonio, decidió poner fin a su existencia. ¿Qué pensamientos atormentaron su mente? ¿Qué secretos se llevaron consigo las piedras centenarias del templo?

Y así llegamos a la Presa Vicente Guerrero, también conocida como Presa Las Adjuntas. En el año 1970, sus aguas se alzaron sobre los cimientos de la antigua Villa Padilla. Más de 39,000 hectáreas quedaron sumergidas bajo su abrazo líquido. Su propósito era noble: controlar los ríos Corona, Purificación y Pilón. Sin embargo, esta obra de ingeniería forzó a los habitantes a abandonar sus hogares, buscando refugio en otros municipios como Abasolo y el actual Nuevo Padilla.

El tiempo, implacable, ha dejado su huella en la presa. En los últimos 12 años, ha perdido el 68% de su volumen debido a la sequía. Pero, paradójicamente, esta crisis ha revelado tesoros ocultos. Viejo Padilla emerge de las profundidades, como un fantasma del pasado. Sus construcciones históricas y los sucesos grabados en la memoria colectiva emergen a la luz, recordándonos que la historia nunca duerme.

La falta de agua en la zona es una advertencia urgente. Puede afectar la agricultura, la fauna y la calidad de vida de las comunidades. Es nuestro deber tomar medidas para mitigar estos efectos y garantizar un uso sostenible de los recursos hídricos. ¿Qué legado dejaremos para las generaciones venideras? La respuesta fluye en las aguas de la presa, en los susurros de las piedras sumergidas.
Metales del pasado.
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