Islas Virgenes Britanicas, Casa del Pirata Barbanegra. Tortola island

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Tórtola, Islas Vírgenes Británicas
Las Islas Vírgenes Británicas son un archipiélago de alrededor de 60 islas al este de Puerto Rico y que fueron descubiertas por Cristóbal Colón en su segundo viaje. Tórtola es la isla más grande con casi 20 km de largo, y en el archipiélago abundan pequeños islotes con un par de palmeras cocoteras donde los piratas dejaban varados a aquellos que atacaban. Los increíbles paisajes de las Islas Vírgenes Británicas eran el refugio y lugar de descanso de los piratas. De hecho durante los siglos XVII y XVIII, numerosos piratas utilizaban estas islas y bahías protegidas como una plataforma de operaciones. Por ejemplo, Norman Island toma su nombre del famoso Capitán Norman, colgado por la Guarda Costas española de Puerto Rico por sus muchos crímenes, y la bahía Dead Man (del hombre muerto) en Peter Island es el lugar en el que muchos piratas, abandonados por el famoso Barbanegra, se ahogaron después de tratar de nadar a través de la bahía.
Hace muchos muchos años, en los tiempos de los Reyes Católicos, cuando España mandaba flotas enteras de galeones a la Américas a por oro y piedras preciosas, las Islas Vírgenes se convirtieron en un auténtico nido de piratas. Cristóbal Colón pasó de largo y no se interesó demasiado en este archipiélago porque no tenía el tan preciado oro, y ¡ya llevaba descubiertas cientos de islas! Esto fue un error que les saldría caro. Resulta que es un escondite natural perfecto: tiene cientos de recovecos, bahías protegidas de todos los vientos, pasos estrechísimos entre islas y miles de peligrosísimos arrecifes. Para aquel que conocía las aguas, era un paraíso, pero para cualquier otro barco, era una ratonera.
Los barcos Españoles salían de Méjico cargados hasta los topes de tesoros para la Corona, y en su ruta de vuelta, para salir del mar Caribe, pasaban por delante de las Islas Vírgenes. Aquí esperaban escondidos entre islotes los temidos piratas ingleses y holandeses. Cuando veían el botín acercarse, lo acorralaban con sus rápidas naves, más manejables que los pesadísimos barcos españoles, que no podían ni maniobrar de los cargados que iban. Los hundían o capturaban y se quedaban con toooodo. Tenían fama de ser bastante sanguinarios: los pocos prisioneros que dejaban con vida eran vendidos como esclavos, o si eran personajes importantes, pedían rescates desorbitados a sus familias.
Los piratas pronto se gastaban todo el oro conseguido en ron y mujeres, y vuelta a empezar. En realidad los españoles también habían robado los tesoros a los nativos americanos, y comerciaban con esclavos africanos como si fueran ganado, así que también tenían bastante de piratillas. No me queda muy claro quiénes son los buenos y los malos en esta historia. Quizá queden monedas de oro enterradas por aquí… quien sabe… Desde luego hay barcos hundidos por todas partes, buena atracción para los buzos!

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