7.2. LA RESTAURACIÓN : LOS NACIONALISMOS CATALÁN, VASCO Y GALLEGO. MOVIMIENTO OBRERO Y CAMPESINO.

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Hasta la Restauración, las reivindicaciones foralistas o nacionalistas se habían canalizado a través del republicanismo federal y del carlismo, según fueran más progresista o conservadora la interpretación.
En la última década del siglo, ambas corrientes estaban debilitadas. El auge del nacionalismo es un fenómeno que se dio en toda Europa. En España surgen los nacionalismos y regionalismos periféricos en Cataluña, País Vasco y Galicia con perfiles distintos, pero también con puntos en común. El primero fue la afirmación de un conjunto de rasgos particulares (lingüísticos, culturales, históricos, etc.) que contribuyeron a un rechazo del proceso uniformador y centralista que el nuevo estado liberal imponía. Por otro lado, el sistema canovista puso de manifiesto grandes estrangulamientos socioeconómicos, políticos y culturales al ser incapaz de integrar las aspiraciones de los grupos dominantes de la periferia española. En el País Vasco y Cataluña se va a ir cimentando un sentimiento nacional junto con una burguesía en la que había prendido el ideario nacionalista. El catalanismo cristalizó desde los primeros años ochenta. La incipiente industrialización en Barcelona había contribuido al nacimiento de una potente burguesía de empresarios industriales agrupándose entorno Fomento del Trabajo y tratando de influir en los diferentes gobiernos centrales en la defensa del proteccionismo económico. Este desarrollo económico coincidió con un renacimiento de la cultura catalana y del uso del catalán. Este renacer del idioma y cultura catalana que comenzó a mediados del siglo XIX se conoce como Reinaxenxa. El desarrollo del catalanismo político pivoto entre una vertiente tradicionalista y conservadora como la propiciada por Torras y Bages basada en la tradición y la religión católica. Y otra de carácter progresista con principios federales con Valentí Almirall a la cabeza (padre del catalanismo político). Almirall fundó en 1882 el Centre Catalá que empezó a defender la autonomía de Cataluña. En 1892 los grupos liderados por Valentí Almirall y Prat de la Riba se fusionan en la Unió Catalanista cuyo programa fundacional serán las Bases de Manresa de 1892 que proponía la consecución de un poder catalán como resultado de un pacto con la corona y, por tanto, la consideración catalana como una entidad autónoma dentro de España. Era una propuesta de sistema federal en el que las regiones tuvieran un régimen de autogobierno con instituciones propias. La pérdida de las colonias hizo crecer en Cataluña el sentimiento nacional ante el ejemplo de la independencia de Cuba y Puerto Rico y la posible amenaza de su desarrollo económico. Para muchos autores en este momento el regionalismo pasó a ser un verdadero nacionalismo. La crisis del sistema político de la Restauración en 1898 acrecentó el interés de la burguesía catalana por tener su propia representación política al margen de los partidos dinásticos. En 1901 se creó la Liga Regionalista fundada por el intelectual Prat de la Riba y el joven abogado Frances Cambó. El éxito electoral convertirá a la Liga en el principal partido de Cataluña durante primer tercero del siglo XX.
El nacionalismo vasco surgió en fechas más tardías, en torno al cambio de siglo. El elemento decisivo que lo impulso fue una ley de julio de 1876 por la que quedaron eliminados los fueros de las provincias vascas, lo que fue considerado un ataque contra la identidad histórica del País Vasco. Además, Cánovas impuso un modelo centralizador con la obligación de los vacos a contribuir con las quintas, unido con la homogeneidad cultural, política y legislativa acentúo aún más la reacción foralista de que
se nutrió el primer nacionalismo vasco. El País Vasco había experimentado un despegue industrial asociado a una importante emigración que significó la ruptura de una sociedad muy tradicional que había permanecido tradicionalmente aislada muy arraigada a la ganadería y la agricultura. Entraron elementos de rechazo a la presencia del emigrante en su mayoría castellanos ligados en el imaginario vasco al liberalismo en un momento que aún cicatrizaban las heridas de las guerras carlistas. La defensa de la identidad propia y el rechazo al emigrante (anti maquetismo) que fracturaban la sociedad tradicional vasca fueron junto a la reivindicación de los fueros perdidos, la critica la industrialización, el capitalismo dentro de una línea de pensamiento católico y antiliberal fue la base del pensamiento de Sabino Arana que en 1895 fundó el Partido Nacionalista Vasco. Aunque en un principio sus planteamientos fueron muy radicales proponiendo la secesión, poco a poco viró hacia el autonomismo a la vez que iba ganando adeptos. Ese giro lo propició el naviero Ramón de la Sota y parte de la burguesía vasca. Desde entonces crecieron las dos corrientes un sector posibilista y pragmático que se postulaba como autonomista y otro sector más abertzale (patriótico) fiel a los planteamientos iniciales de Arana.

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