Vuelta a España 1983 17ª etapa Salamanca Ávila 225 Km. (06/05/1983)
Peña Negra (1ª categoría, km 80), Serranillos (1ª, km 162) y La Paramera (2ª, km 205) son el menú montañoso de una jornada que acabará pasando a la historia del ciclismo moderno y al libro de oro de la Vuelta Ciclista a España. La etapa, un continuo rompepiernas, resulta trepidante desde el inicio. Los zor de Pino y Alberto Fernández buscan marcharse por delante y Reynolds tiene que reaccionar. En Peña Negra, el campeón mundial, Saronni –aliado con Hinault durante toda la Vuelta– selecciona el pelotón hasta dejarlo en una veintena de unidades. De camino a Serranillos, Belda (Kelme), Bortolotto (Del Tongo) y Manders (Rossin) se fugan e inician el puerto con cuatro minutos de renta. No lo coronarán en cabeza.
Por detrás, Fignon, el coequipier de lujo de Hinault, acelera brutalmente el ritmo en la primera parte de Serranillos. Le sigue Laguía, pero eso sólo es el avance de lo que viene a continuación. Bernard Hinault, el caimán de los 4 Tours, de los 2 Giros, de la Vuelta 78, se lanza a por su octava grande. Lejarreta se pega a su rueda y el líder, a la de éste. Sólo por unos metros. El joven e inexperto Gorospe no puede seguir el ritmo del francés y comienza su agonía. La táctica de desgaste psicológico del galo –«Esto, esto te lo voy a quitar», le había dicho agarrándole el maillot amarillo dos días antes en plena etapa– está surtiendo efecto. Laguía ejerce de nuevo de salvador de su jefe de filas y durante los diez kilómetros que restan hasta la cima tira de un grupo perseguidor que pasará con apenas dos minutos de desventaja sobre Hinault y Lejarreta, que ya han alcanzado al trío de fugados.
Quedan 60 kilómetros, pero la debacle está aún por llegar. La diferencia en el descenso sigue subiendo: tres minutos, cuatro… pero lo peor es que Gorospe empieza a descolgarse del grupo en el que tiran los zor. Desfallecido y hundido moralmente, el maillot amarillo afrontará con la única compañía de Laguía la ascensión a La Paramera . Gorospe no puede prácticamente pedalear y piensa en el abandono. Laguía sube dos veces el puerto: una, por él; la otra, para dar impulso a su líder, absolutamente exhausto. «¡Eh, empujad a este, que no puede», grita, tratando de tomar un poco de aire, a los escasos espectadores que encuentran en la ascensión. Más tarde se les unirá Delgado. Los tres, el trío que apuntaba a todo en la salida de la Vuelta quince días antes, aparece en el velódromo de Ávila a 20 minutos y 40 segundos de Bernard Hinault, que ni siquiera ha permitido ganar la etapa a Belda y Lejarreta, convidados de piedra en una de las mayores exhibiciones de ciclismo de los últimos tiempos.
En el velódromo, los periodistas que esperan encontrarse a un Gorospe roto, se topan con un ciclista entero: «Estoy desmoralizado, pero no hundido. Sabíamos que Hinault lo intentaría, no he podido seguirle y luego me he quedado sin fuerzas. A veces de las derrotas también se aprende y creo que hoy ha sido una lección para saber sufrir y pasar los malos tragos».
Treinta años después, lo recuerda así: «Yo era muy inexperto y lo terminé acusando. El ritmo, los días de competición… y sobre todo, Hinault. No gané, pero perdí ante el mejor. En Serranillos hice un sobreesfuerzo y lo pagué. Creo que en el puerto de antes me descuidé también un poco con la comida y al final me vino el desfallecimiento. Era muy joven y creía que tendría otras oportunidades, pero me equivoqué. Está claro que fue mi gran opción de tener una ‘grande’ en mi trayectoria, pero no le doy demasiadas vueltas. Otros corredores ganaron una y tuvieron mucho menos palmarés que yo».
Al día siguiente, ya sin la presión del amarillo, el joven Gorospe bajó al coche de equipo, se soltó de manos en plena etapa, y gritó en una perfecta metáfora de lo que fue su carrera:
– ¡Soy libreeee!
Reynolds se lleva un sabor agridulce por segundo año consecutivo de la Vuelta. Hernández Úbeda logra al día siguiente en Segovia el tercer triunfo parcial del equipo tras una fuga en solitario de 194 kilómetros y, al margen de las alegrías y sinsabores en el plano deportivo, la Vuelta 83, supone para Reynolds un enorme impulso publicitario. La carrera, por primera vez con las cámaras de TVE –que desplaza a un equipo de más de cien personas a la cita– en directo, dispara su repercusión entre el público e inicia el despegue mediático del ciclismo en España.
Toca ya pensar en el gran reto. Quedan menos de dos meses para iniciar el gran reto, el gran sueño. La aventura que cambiará para siempre la historia del equipo: el Tour de Francia.
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https://ctxt.es/es/20151209/Deportes/...
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