EL RELÁMPAGO DEL CATATUMBO NOS ATORMENTA ⚡️ Valen de Viaje en Ologá 😧

00:00 En Ologá hay pobreza extrema.
02:10 Navegando por el lago de Maracaibo.
04:43 Pescadores del Lago de Maracaibo.
06:17 Pescando cangrejas en Maracaibo.
07:42 ¿Cómo vive la gente de Ologá?
10:22 ¿Por qué es importante el turismo sostenible?
11:59 Pescado asado con palma de coco.
12:52 Los turistas le dan alegría al pueblo.
13:39 La gente de Ologá no tiene beneficios del turismo.
15:50 ¿Por qué en Ologá no hay escuela?
16:50 Oportunidad de negocio en Ologá.
19:15 El negocio de la cangreja.
21:08 Restaurante en Ologá.
23:58 Escuela de Ologá en ruinas.
24:43 La tormenta más increíble del planeta.
25:56 ¿Por qué se produce la tormenta del Catatumbo?
27:01 La gente de Ologá le tiene pánico al Catatumbo.
29:08 “En Ologá somos una familia”
29:50 Ciénagas del Catatumbo.
31:27 Inauguración del restaurante de la Chicha.
32:45 Probando cangrejas en coco.

Hace algunos años un viajero de Barbados casado con una venezolana de Mérida se puso a buscar mariposas en un caño en el Lago de Maracaibo, por esos predios de la Laguna de Ologá. Ahí se dio cuenta que siempre había rayos y que el Catatumbo relampaguea. Pero no se conformó con verlo, sino que resolvió investigarlo y se buscó a un profesor de la Universidad del Zulia. Fue así como Alan Highton – que así se llama el viajero de Barbados – empezó a llevar gente a Ologá para que deliraran con ese fenómeno que, de tanto investigarlo y reportarlo, lograron comprobar que ahí se producía la tormenta más apoteósica del mundo. El récord Guinness de las tormentas; 260 relámpagos por kilómetro cuadrado y la que le sigue tiene apenas 90.

Con Alan viajamos 3 veces a Ologá. Arianna, mi hija, fotógrafa y viajera, regresaba con sus alumnos a registrar el fenómeno por 7 años seguidos. Alan se compró una palafito, apoyó a la comunidad, logró que llegaran viajeros del mundo y también locales. Pero vino la pandemia, más nadie volvió, Alan se fue a Barbados buscando una vida y allá se quedó. El palafito empezó a hundirse, pero ahí sigue medio parapeteado y otros guías tomaron su lugar.
Con uno de ellos volvimos a Ologa, Hernán Parra, fotógrafo científico. Convencida de que este pueblo de apenas 180 habitantes, 60 de ellos niños, debe vivir del turismo. Si ahí se produce la tormenta con récord Guinness en el mundo, cómo es que la gente de Ologá vive en esa pobreza; sin luz, ni agua, ni escuela para los niños y con solo un palafito que recibe turismo en las condiciones más básicas. Los visité para convencerlos de participar en el turismo. Buscar la manera de hacer un restaurante. Participé en la pesca de cangrejas que es de lo que viven en temporada y de resto de la pesca de manamanas.

Viví la madre de las tormentas la noche que estuvimos, porque así son las tormentas de octubre. Una lata de agua. Vientos huracanados, truenos y relámpagos. La locura. El esplendor. El delirio. Paseamos por el caño de las mariposas y nos bañamos en la laguna al final de la tarde. En la mañana fui a visitar a algunos de los habitantes de Ologá para saber qué les había parecido la tormenta. Pues resulta que mientras nosotros delirábamos de júbilo, una madre estaba aterrada junto a sus hijos en el palafito de la planta. Con pánico de que le cayera un rayo encima. Otra me contaba cómo había perdido dos palafitos por las tormentas y ahora vive arrimada en la playa y además ciega, como consecuencia de un ACV. Un señor narraba la pesadilla de las tormentas y una señora se lamentaba de las secuelas que dejan, mientras le preparaba el desayuno a la familia ¿Cómo se vive de un fenómeno que te agobia?

Esa es la reflexión.
Hay que apoyarlos para que entiendan la tormenta, porque deben vivir con ella para siempre. Procurar que sus palafitos sean más fuertes para que resistan los embates. Asegurar que sus niños tengan una maestra. Procurar que tengan luz regular con una planta que funcione. Solo así podrán ser un pueblo que viva de un turismo sostenible, donde todos se beneficien y la vida sea amable.


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