Las diferencias claves entre el rey Saúl y el rey David [Estudio sobre la Encarnación, 04 de 12]

La fe débil pide pruebas y señales. La fe perfecta acepta los signos que Dios da sin exigir más. Sin embargo, rechazar los signos de Dios también es pecado.

El rey que el pueblo de Israel pidió fue un símbolo de su deseo de tener un líder humano que los guiara y los protegiera. Este deseo era una expresión de su fe débil, ya que no confiaban en que Dios pudiera hacerlo por sí mismo. La Encarnación de Jesucristo fue la respuesta de Dios a este deseo. Jesucristo es el Rey perfecto, que nos da las pruebas y las señales que necesitamos para tener una fe fuerte.

La Providencia de Dios no se agota por los caprichos humanos. Dios es tan grande en su sabiduría y bondad que se adapta al capricho humano y escribe un nuevo plan. Dios es paciente y misericordioso, y siempre busca la salvación de sus hijos.

La Encarnación fue el plan de Dios para salvar a la humanidad, a pesar de los caprichos y la rebeldía de los hombres. Jesucristo es el Rey perfecto, que nos da la fe y la esperanza que necesitamos para seguir el plan de Dios.

Sobre el rey Saúl, el primer rey de Israel: Saúl fue ungido por Dios, pero pronto se desvió del plan de Dios. Él se negó a obedecer la orden de Dios de destruir a todos los amalecitas, y en su lugar conservó el ganado y los animales más valiosos. Este evento es importante porque muestra que incluso los que han sido elegidos por Dios pueden caer en el pecado. Saúl era un hombre fuerte y valiente, pero su orgullo y su ambición lo llevaron a la desobediencia.

Luego el padre Nelson destaca la victoria de David sobre Goliat como una demostración de la confianza de David en Dios y su experiencia personal de la alianza. David, a diferencia de Saúl, no se apoyó en sus propias fuerzas para vencer a Goliat, sino que confió en el poder de Dios. Esta confianza en Dios se basaba en la experiencia personal de David de la alianza de Dios con su pueblo.

La victoria de David sobre Goliat es un símbolo de la victoria de Dios sobre el pecado y la muerte. Jesucristo, el Rey perfecto, también confió en Dios y obedeció su voluntad. Por su obediencia, Jesucristo derrotó al pecado y la muerte y nos salvó de la condenación.

David tenía tres características que lo hacían un rey muy diferente a Saúl:

1. Confianza en Dios: David no se apoyaba en sus propias fuerzas, sino que confiaba en el poder de Dios.

2. Experiencia personal de la alianza: David sabía que Dios era su aliado y que lo acompañaba en todo momento.

3. Purificación de la intención: David trabajaba para la gloria de Dios, no para el reconocimiento de los demás.

Estas son características fundamentales para el liderazgo cristiano.

La confianza en Dios es esencial para cualquier cristiano que quiera seguir a Jesucristo. Jesucristo mismo nos enseñó que debemos confiar en Dios, incluso cuando las cosas son difíciles.

La experiencia de la alianza nos da la seguridad de que Dios está con nosotros. Cuando sabemos que Dios está de nuestro lado, podemos enfrentar cualquier desafío.

La purificación de la intención nos ayuda a centrarnos en lo que realmente importa. Cuando trabajamos para la gloria de Dios, no nos preocupamos por el reconocimiento de los demás.

Jesucristo, por otro lado, tenía todas estas características. Por eso pudo ser el Rey perfecto, y por eso puede ser nuestro Rey hoy.

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