077. EL AMOR DE DIOS (DEMO)

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Arreglo Musical: Daniel Luis.

Reseña del himno # 77 El Amor de Dios.
El autor del himno El amor de Dios, en inglés “Oh Love Of God” fue el compositor Frederick M. Lehman, (1868-1953). La traducción al Español la debemos a William R. Adell.

La historia de cómo surgió este himno se transcribe así:
“El Señor Lehman fue un humilde inmigrante de origen alemán que vivió en California, y trabajó, durante una época dura de su vida, en la ciudad de Pasadena empacando frutas. Este duro trabajo manual requería levantar y mover alrededor de treinta toneladas de naranjas y limones al día, las cuales eran empacadas en aquel entonces dentro de canastas que eran transportadas por barco. Se podría decir que aquel no sería un lugar apropiado para animar a alguien a hacer algo artístico ni mucho menos componer himnos.
Cierto domingo en la noche, después de escuchar un sermón acerca del amor de Dios, al señor Lehman le costaba mucho contener su emoción — de hecho, hasta el punto que le fue difícil dormir. Aun en la mañana siguiente, mientras estaba desayunando, la emoción de la noche anterior no le había dejado y en su viaje al trabajo empezó a componer un himno, con “El amor de Dios” como tema principal.
Durante ese día, en su trabajo, las inspiradas ideas del himno siguieron brotando sin cesar. Lehman utilizó las finas tiras de madera que se desprendían de las canastas repletas de naranjas, para anotarlas. Llegando a su casa, se dirigió de prisa al viejo piano y con la ayuda de su colección de ideas, empezó a transcribir el cántico al papel. Muy pronto tuvo una melodía acabada con dos estrofas y un coro, pero le faltaba una estrofa, pues en esos días un cántico tenía que tener al menos tres para ser completa. Mientras trataba de escribir la tercera estrofa, se dio cuenta que las palabras no encajaban bien en la melodía.
¿Qué tenía que hacer? Hacía algún tiempo atrás, él había escuchado un poema acerca del amor de Dios y se le había dado una copia de él impreso en una tarjeta. Dijo—“Si sólo pudiera encontrar ese poema – en el cual se representa maravillosamente la vastedad del amor de Dios – quizá podría obtener una idea con la cual formar esta última estrofa”. Pronto encontró la tarjeta, y mientras Lehman leía las palabras, su corazón se conmovió nuevamente, tal como había sucedido la primera vez que las había leído. Notó que en la parte de abajo de la tarjeta había una impresión más pequeña, pero no menos importante, acerca de la historia del poema. Y decía: “Estas palabras fueron encontradas escritas en la pared de la celda de una prisión hace unos 200 años. No se sabe por qué el prisionero fue encarcelado; ni tampoco se sabe si las palabras eran originales o si las había oído en algún lugar y había decidido ponerlas en un lugar donde pudieran recordar acerca de la grandeza del amor de Dios – cualesquiera que fueran las circunstancias, él las escribió en la pared de su celda en la prisión. Después de un tiempo, él murió y el hombre que tuvo que pintar su celda fue impresionado por esas palabras. Antes de que sus brochas las borraran, uno de los hombres las anotó y así fueron preservadas”.
Poema en mano, Lehman fue al piano. En el estímulo del momento, empezó a añadir la letra a la melodía. Encajaban perfectamente. ¡Fue un milagro! La canción de Lehman fue entonces publicada con estas palabras como última estrofa.
Ha sido en los años recientes que se ha sabido de los hechos que hicieron posible que la escritura de este cántico fuera un milagro aún mayor. La estrofa original fue escrita en hebreo cerca del año 1000 por Meir Ben Isaac Nehoria, quien poseía las habilidades de pintar gráficamente en palabras una figura del amor de Dios. El preservaría estas palabras y entonces, cientos de años después, haría que un prisionero las tradujera a un lenguaje que todavía no existía con el nombre de inglés. ¡Y pensar que El lo hizo en la métrica exacta para que encajara en la melodía de Lehman!”
Aprendamos este bello himno, cuya letra trasciende el tiempo, idiomas, y los sentimientos de millones de cristianos. Reconozcamos y proclamemos la grandeza del amor de Dios que inflama todo el universo, y que de manera maravillosa ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos es dado. Ro. 5:5.

M. Ev. Nivea Luis

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