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El año de 1918, una fuerte subida del carbón, hizo que unas 30.000 mujeres de Barcelona, emprendieran una particular revolución durante dos semanas.
Durante la Primera Guerra Mundial, España se había mantenido neutral. El trabajo no faltaba, pero la pujanza no se veía reflejada en los salarios de los obreros que seguían tan bajos como antes de la guerra que estaba a punto de concluir.
España era el granero de Europa. Aprovechando que el precio del trigo estaba en alza, gran parte de la producción se dedicaba a la exportación, desabasteciendo con ello, al mercado interior.
Los alquileres de Barcelona también estaban por las nubes. Subieron un 20% debido a la fuerte demanda producida por la llegada de miles de trabajadores forasteros. Muchos de ellos no tuvieron otra opción que construirse una chabola en algún barrio de barracas.
Para controlar la subida de precios, La “comisión de subsistencias” marcó unos precios máximos en los productos básicos como el pan, que se había subido un 80% el aceite, las patatas, un 50%, el bacalao y, sobre todo el carbón, necesario para guisar y calentarse en éste gélido enero de 1918…
Pero los comerciantes prefirieron guardar sus stocks o cerrar las tiendas en espera de una subida de los precios para no venderlos más baratos de lo que les había costado. Una docena de huevos llegó a costar 3 pesetas, el sueldo de tres días de trabajo. El coste de la cesta de la compra era la “comidilla de la calle”.
A Amalia Alegre, una vecina del Distrito Quinto, militante del Partido Radical de Alejandro Lerroux (que acababa de ganar las elecciones al Ayuntamiento,
El 10 de enero, se ocurrió colgar una octavilla junto a un centro anarquista de la calle del Olmo, convocando a las mujeres a concentrarse para exigir una bajada del precio del carbón.
Gracias a que estaba acostumbrada a reuniones políticas, se atrevió acudir al periódico El Diluvio para exponer su caso…. Enseguida salió la noticia en “La Vanguardia” y en “la Solidaridad Obrera” cuya sede estaba en la calle Mercaders y su director era Ángel Pestaña.
Unas 500 manifestantes pasaron por las calles Arco del Teatro y Conde del Asalto para salir a la Rambla camino del Gobierno civil, para manifestar sus quejas ante Ramón Auñón, ex ministro de Marina y Diputado…
Para organizarse, en los primeros días, crearon una comisión de representantes llamada “Amalia Alegre”. Estaban dispuestas a todo y no iban parar hasta ver en el mercado que los precios volviesen a ser razonables.
Allá por donde pasaban obligaban a los dueños de los establecimientos a cerrar sus puertas. Se asaltaron algunas carnicerías, hornos y carboneras…Pararon ante las puertas de los almacenes El Siglo para exigir al director del negocio que cerrase sus puertas. Ante la negativa de éste, empezaron a romper los escaparates del establecimiento… al final no tuvo más remedio que cerrar.
De la misma manera hicieron en cabarets como el Eden Concert y el Alcázar Español. Pasaron por el Paralelo exhortando a las empleadas que se sumasen a la protesta. Se detuvieron tranvías y dejaron de acudir a sus puestos de trabajo en las fábricas para sumarse a las reivindicaciones.
Las manifestaciones fueron «in crecendo». Fueron recorriendo los barrios obreros de Sants, Gracia y San Andrés (14/1). Muchos obreros secundaron la revuelta (martes) no acudiendo a sus puestos de trabajo. Cerraron unas 300 empresas, y casi todas las fábricas de la Sagrera, Sant Martín, San Andrés y Pueblonuevo.
En el edificio de Gobernación, eran tantas las manifestantes que querían acceder al interior, que rompieron la escalera del edificio…
A los pocos días de empezar la revuelta empezaron las discusiones entorno a quién y cómo debían llevarse las negociaciones. e escindieron en dos bandos: el de Amalia Alegre, apoyado en el Partido Radical de Lerroux, contrario a la violencia…
… y otro liderado por libertarias de la CNT y apoyado por el periódico anarquista Solidaridad Obrera, “la Soli”, que no descartaba el uso de la violencia para conseguir que los precios volviesen al nivel de antes de la guerra.
A la protesta quisieron sumarse los sindicatos pero fueron rechazados por las huelguistas alegando que ésta era una manifestación únicamente de mujeres.
Debían pensar que si se metía el sindicato… acabaría él controlando las protestas.
Se sucedieron los mítines a los que sólo podían asistir mujeres o periodistas acreditados. Uno junto al globo cautivo del Salón de San Juan, otro en el cine Montaña se decidió continuar con la huelga porque las cosas no habían cambiado.
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