NOSOTROS QUE EMIGRAMOS A BARCELONA

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A finales del XIX Barcelona también era punto de destino de emigrantes. En 1910 a la ciudad condal llegaban sobre todo catalanes de otras comarcas de Cataluña.

Los primeros emigrantes tras la guerra fueron los miles de republicanos que, temiendo ser represaliados, se vieron abocados a marchar a Argentina, Méjico o al más cercano sur de Francia.
Y en la postguerra, la emigración del campo a la ciudad fue constante pero su apogeo llegó a partir de 1959.

El franquismo intentó regular los flujos migratorios a través del Instituto Español de Emigración para ir acomodando a los recién llegados de una manera ordenada y evitar que saliesen del país las mujeres, los trabajadores especializados y los obreros conflictivos.

Acabábamos de entrar en la Unesco (1952) y pronto estaríamos en las Naciones Unidas (1959). El régimen ahora estaba sustentado internacionalmente por dos grandes potencias: Estados Unidos y el Vaticano.

Hasta entonces, Franco había ejercido una política autárquica basaba en que la economía española no dependiese de capital extranjero. Era el Estado el que lo controlaba todo: las divisas, las importaciones, regulaba los precios...

Los focos más industrializados del país, Cataluña y el País Vasco, dependían en gran medi-da de materias primas importadas por lo que se quedaron prácticamente sin suministros de combustible y equipamientos y no pudieron modernizarse durante años.

Las empresas consideradas estratégicas fueron nacionalizadas y amparadas bajo el paraguas del INI fundado en 1941. Fue el nacimiento del Banco Exterior, Endesa, Enher, Enasa, Ensidesa o Seat.

Los años sesenta fueron dejando atrás las penurias de la postguerra. En ese decenio los españoles se abrieron a la sociedad de consumo cuando tv empezó a formar parte de sus vidas.

Los artífices de ese cambio fueron ciertos ministros tecnócratas, sobre todo Mariano Navarro Rubio, ministro de Hacienda, Albert Ullastres, ministro de Comercio, (ambos del Opus Dei) y Laureano López Rodó, secretario General de la Presidencia (1956).

España era básicamente agrícola. El Plan de Estabilización pretendió liberalizar la economía estimulando la iniciativa privada y la apertura al exterior.
Había que industrializar el país a toda costa. En pocos años se convertirá en el 10 país más industrializado del mundo.

Pero los Planes de Desarrollo no llegaron a todas las zonas del país. Se acentuaron los desequilibrios entre las distintas regiones. La coyuntura internacional era ideal gracias a los bajos precios de las materias primas y, sobre todo el petróleo.

Ademas España era un buen lugar para las inversiones extranjeras gracias a la mano de obra barata aunque poco cualificada. Entraron grandes capitales sobre todo de Estados Unidos, Suiza y En menor medida, de Alemania, Reino Unido, Francia y los Países Bajos. Desembarcaron la Phillips, la Siemens, General Electric, la Renault…

Las corriente migratoria se disparó hasta cotas nunca vividas en los años sesenta.
Ni siquiera la política sistemática de expulsión de emigrantes sin contrato de trabajo pudo frenar el masivo flujo migratorio. Entre 1950 y 1955, en Barcelona se deportaron más de 15000 emigrantes.

Dos millones (1951-1960) de jóvenes de las zonas más atrasadas tuvieron que despedirse de sus familias para emigrar a las zonas donde se ofertaba más trabajo. Su único vínculo con la familia serían las cartas y alguna conferencia por teléfono.

... otro millón y medio de jóvenes y familias (1951-1960) partieron hacia Europa decididos a pasar privaciones por un tiempo con tal de enviar dinero a sus familias y con la esperanza de volver a su pueblo en unos años con un buen capital para montar un negocio y comprar un piso.

En diez años (60-70) llegaron a Cataluña 772.000 emigrantes: más de 215.000 al Hospitalet. 82000 a Sabadell, 59.000 a Sant Feliu de Llobregat, 53.000 a Terrassa y 35000 a Mataró.
Santa Coloma daba la bienvenida también a miles de ellos con las calles sin asfaltar, sin equipamientos ni servicios sociales suficientes.

El crecimiento de la economía fue sostenido hasta los años setenta a remolque de las zonas industrializadas. ¡Era el mayor crecimiento en toda Europa!. El régimen presentaba sus logros en el NODO como el “milagro español”.

Buena parte de ese despegue fue gracias a las divisas aportadas por el turismo a los emigrados a Europa, que enviaban dinero a España y, en Cataluña, a los llamados por algunos “charnegos” y por Paco Candel, els “altres catalans”.

Otro factor que contribuyó enormemente a la pujanza económica del país fue la llegada del turismo.

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